EDITORIAL

¿A quién le vas, cuando le vas a algo?

EDGAR SALINAS

Hoy escribiré de algo distinto a lo usual, pero al mismo tiempo pretende ser una reflexión más allá del contexto deportivo que lo motiva. Terminé de ver la más reciente temporada de Club de Cuervos, anunciada con un creativo e impresionante despliegue publicitario destacado por las carteleras en negro que tapizaron las ciudades más futboleras de México. En el capítulo final alguien planteó una pregunta que me parece muy interesante y cuya respuesta trasciende las meras aficiones deportivas o, en este caso, las del futbol. Y es que, en efecto, nuestras aficiones, filiaciones, causas y hasta equipos deportivos a quienes les vamos nos delinean más de lo que suponemos.

"¿A qué le vamos cuando le vamos a un equipo (de futbol)?" es la pregunta. ¿A qué le vamos cuando le decimos que le vamos al Santos, Pumas, Chivas o América? ¿A qué cuando se trata del Cruz Azul o al Atlas? Esto por decir del futbol en México, pero muy interesante y cargada de polémica política las aficiones al Barcelona o al Real Madrid. ¿Acaso les vamos porque nos encanta su estilo de juego? Sería difícil que eso fuera consistente, puesto que por más que se habla de un estilo propio de cada equipo, sabemos que el estilo es temporal y obedece a factores múltiples, cada vez más la chequera.

Tal vez les vayamos porque en ellos juega un gran futbolista o dos o tres. Si fuera el caso, no habría aficiones permanentes al noventa y cinco por ciento de los equipos y, la que existiera por esa razón, se esfumaría en cuanto los jugadores dejaran de participar en la plantilla de nuestro equipo.

Es más probable que le vayamos a un equipo porque es el de la ciudad o región o estado donde residimos. Es una posibilidad con mucha lógica: tendemos a identificarnos con lo que consideramos propio del terruño. Aunque esto deja abierta la cuestión por las aficiones que en México tenemos, por ejemplo, por el Barcelona, Los Dodgers o Los Carneros, por mencionar las aficiones de un amigo gran conocedor de los deportes profesionales. Una afición tampoco se sostiene solo por la mercadotecnia que proyecta a un equipo. Si fuera el caso, seguramente mutaríamos de afición con suma rapidez y quizá de una temporada a otra.

Uso el ejemplo del futbol pero lo mismo puede decirse de las marcas o los productos que solemos consumir, salvadas las fronteras de los costos, claro, de lo contrario las posibilidades se reducen y de eso ya escribió con suficiencia Amartya Sen. Optamos por una marca porque en ella optamos por una calidad, innovación, compromiso y otros atributos que nos hacen valorarla y preferirla.

Volviendo al punto, irle a un equipo parece que es más que irle a un equipo por lo estrictamente deportivo. Pareciera ser que la afición es más a una narrativa asociada y arraigada que propiamente al equipo deportivo. Este argumento salva la cuestión de las aficiones a equipos que no son necesariamente del terruño de cada persona.

Tal vez nuestras aficiones hunden sus explicaciones más en una semántica que propiamente en una lógica deportiva. Y aquí entramos al tema que busco plantear. Irle a un equipo es una identificación semántica más que deportiva. Aún cuando la afición se forme (sucede con frecuencia) en un momento de rachas triunfadoras de los que a la postre se convierten en nuestros equipos o bien porque heredamos una narrativa asociada a tal o cual equipo, como sucede cuando le vamos al equipo que nos inculca un amigo, padre, etcétera. Al final hay una narrativa asociada: es el equipo del terruño; o es el equipo que representa mejor mi nacionalismo (Chivas en México, Athletic en España, ambos rojiblancos); o porque está asociado a un proyecto trascendente (Pumas de la UNAM).

Cuando la explicación es por terruño, la cuestión se torna más interesante, pues entonces nuestra afición es más que solo irle al equipo: le vamos a través de él a la región, o a los atributos que damos o aspiramos para la región. Por eso las derrotas duelen más cuando de fondo la región es la derrotada y por lo mismo los campeonatos se gozan más cuando el terruño sale campeón, pues aflora allí, aunque sea fugazmente, la comunión entre el equipo y el terruño con sus atributos… o aspiraciones.

Si lo ponemos en un plano a nivel país, tal vez eso explique las concesiones que se hacen a las posibilidades de ganar un campeonato mundial cada vez que se acerca un mundial, y a las explicaciones y justificaciones inmediatas que siguen a la eliminación.

La cuestión, arropada en el exultante color que rodea a las aficiones deportivas, es la semántica de fondo con la que nos identificamos. Habla mucho de las aspiraciones, frustraciones, logros y retos de una región la afición al equipo del terruño. Podría hablar también de su inclinación a ser parte activa, o no, de la transformación del terruño.

Twitter: @letrasalaire

Escrito en: equipo, vamos, aficiones, afición

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