EDITORIAL

Mandar obedeciendo las realidades

JULIO FAESLER

Las más recientes declaraciones del presidente de la República han condenado drásticamente la existencia misma de las organizaciones sociales. No nos deben sorprender estas expresiones, viniendo de una persona procedente de una región tropical que fue cuna de figuras históricas que tanto se distinguieron por ensayar el socialismo en Tabasco y Yucatán como fueron los Garrido Canabal o Alvarado.

Su visión del mundo es a través de estos modelos absolutamente contrarios al sistema liberal y capitalista que acabó triunfando cuando el pragmatismo priista calmó las aguas después de la segunda Guerra Mundial.

No sorprende la visión que tiene el licenciado López Obrador de la labor y significado que para él revisten las organizaciones de la sociedad civil. Lo que hemos visto y oído en los últimos días desde las sesiones mañaneras en el salón de la Tesorería de Palacio Nacional. Su punto de vista rima perfectamente con los antecedentes arriba descritos. La Cuarta Transformación anunciada por AMLO ya presidente, está claramente expresada en su libro "2018, La Salida" publicado en 2017.

En una sociedad como la nuestra que ha caído en la profunda desigualdad, es lugar común declarar que se requiere un cambio profundo para evitar la debacle total. Esto es tan evidente que lo admiten hasta los que más se aprovechan del sistema neo capitalista. Es frecuente escuchar a personas de envidiable nivel económico sentenciar que es urgente corregir la desigualdad y la brecha entre ricos y pobres. Tal cambio, desde luego, ha de producirse sin afectar la comodidad propia, o sea…en los bueyes del compadre.

Sobran los reportajes periodísticos y la literatura de amplia venta sobre la pobreza. Hay profundos análisis de expertos nacionales y extranjeros que explican como las sociedades capitalistas se hunden por la inexorable fuerza de gravedad en las oscuras desigualdades de las que no hay retorno. El crecimiento siempre más acelerado en la acumulación de la riqueza financiera de los más favorecidos contrasta con el exiguo aumento de ingreso de los sacrificados por el sistema.

Acabar con la injusticia mediante el aumento de la producción nacional es propósito claro en el programa de López Obrador. Cumplirlo requiere del esfuerzo de todos los sectores. La creación del Consejo Empresarial creado hace unos días así lo confirma. Esa entidad tiene un carácter sólo consultivo, carece de funciones decisorias como los Consejos Económicos y Sociales que sirven para preparar la legislación y acción del Ejecutivo. Hay que observar que su misma creación indica que no basta la acción sólo del presidente de la República.

El desarrollo nacional es trabajo que se necesita compartir. La decisión de descontinuar la actividad de los miles de organizaciones de la sociedad civil, es pues, una aberración que exhibe la completa ignorancia de lo que ellas aportan al bienestar y al progreso de México en todas sus facetas.

Pero plantear que el señor presidente de la República realmente pretenda instaurar un sistema socialista a ultranza, ya no según el modelo del sureste, sino de acuerdo con los parámetros castristas o bolivarianos, es negarle un mínimo de sentido común al licenciado López Obrador. No es creíble que se lanzara a semejante proyecto, vistos los absolutos fracasos de estos dos sistemas, menos aun tomando en cuenta nuestra peculiar ubicación.

Lo que es de cuidado es el rumbo que lleva la decisión de sustituir la actividad de las miles de organizaciones sociales de ciudadanos y responsables cuya labor abarca no sólo la asistencial, sino que está inserta en todos los ámbitos, incluida la justicia, los derechos humanos, la educación , la capacitación para continuar con el empleo digno y la de vivienda. Para López Obrador, inclinado a los preceptos morales, no le será extraño la "casa, vestido y sustento" que se le pide a la Providencia. Pero ni ésta puede actuar sin el concurso de todos los fieles.

El gobierno de México requiere ahora más que nunca la acción común, compartida y corresponsable de las organizaciones de la sociedad. Ni en lo político se pudo avanzar sin ellas: las instituciones de la democracia fueron resultado de su acción y López Obrador fue el primer beneficiario de ellas. Es una crasa desfiguración de la acción social el creer que el gobierno, o áun más, el presidente puede cumplir sus funciones él solo.

La lectura del libro La Salida nos anunciaba buenas decisiones. Del desastre heredado del demonio neoliberal, el presidente en ofreció acciones inequívocas para contener la corrupción, no por coerción, sino mediante coincidencias entre metas y los sentimientos nacionales en debida consulta.

Pero ahora el presidente parece tener estas mismas concepciones negativas desde tiempo atrás y no nos sorprende que emerjan hoy en declaraciones como las que destrozan el sistema de las estancias infantiles y por eso elimina todo apoyo económico y de paso se lo niega a todas las organizaciones de la sociedad civil utilizando el equivocado argumento de que la entrega de apoyos directamente a los beneficiados es la única forma para evitar todo desvío o corrupción. La tesis de que toda organización social bien podía ser un engaño, un fraude o un subterfugio para burlar la ley es la que impera.

Son miles las organizaciones civiles en México como las hay en muchos otros países. Muchos servicios sociales gratuitos son realizados directamente por ellas por sus fundadores y por ciudadanos independientes y profesionistas experimentados. El sustento económico oficial que el gobierno les otorga suele ser más barato y eficiente además de liberar recursos para otras prioridades nacionales.

La decisión así comunicada revela la más completa falta de información. Esta ignorancia es inexcusable en un gobierno que pretende ostentarse como transformador y que no parece tener la humildad para serlo.

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Escrito en: organizaciones, presidente, acción, López

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