Las estadísticas que, como resultado de la investigación realizada por El Siglo de Torreón, indican que el año pasado el empleo formal creció en la ciudad de Saltillo, cinco veces más que en nuestra ciudad, revelan una situación digna de ser analizada.
La revelación en comento revive un viejo debate sobre el modo en que los gobiernos estatales privilegian el desarrollo de la capital en cada estado de la república, a partir de la instalación de infraestructura referida al desarrollo industrial, en términos de comunicación aérea y terrestre, disposición y suministro de servicios, agua y drenaje, energía eléctrica, gas, telefonía, etcétera.
Pero el crecimiento del empleo no viene solo, constituye un detonador del crecimiento poblacional que a su vez genera necesidades de abasto, educación, vivienda, atención al medio ambiente y recreación, que deben ser atendidas mediante una planeación rigurosa y la ejecución oportuna de acciones de Gobierno.
En Torreón sufrimos un grave atraso en el rubro específico del hospedaje industrial, que nos obliga por el momento a postergar la búsqueda de grandes inversores internacionales, que por otra parte es obligación legal específica del Gobierno del Estado. Tiene razón el alcalde Jorge Zermeño al enfocar los esfuerzos de su administración en la planeación y el mejoramiento de la infraestructura, en lugar de promover la atracción de inversiones extranjeras de gran calado, mientras no tengamos una oferta de hospedaje industrial, que resulte atractiva para los inversores potenciales.
Ejemplo de lo anterior lo tenemos en la llamada Zona Industrial Mieleras, que en el sexenio de Rogelio Montemayor, último gobernador de Coahuila que volteó a ver a la Región Lagunera con una perspectiva de fomento al desarrollo económico, promovió y obtuvo la instalación de la planta de motores de John Deere, de calidad mundial, que en ese entonces se pensó como la puerta de acceso de nuestra región a la era económica de apertura comercial globalizada, que iniciaba en aquellos tiempos.
La Zona Industrial de referencia se ha poblado con la instalación de otras empresas gracias al esfuerzo de empresarios particulares, pero no ha tenido el apoyo del gobierno del Estado en cuanto al desarrollo de un plan de gestión que resuelva problemas elementales, como el que supone la inundación del área por falta de un drenaje pluvial, hasta el punto de impedir el acceso a las plantas instaladas en la zona.
La odiosa comparación de la situación en que se encuentra nuestra ciudad en relación a la capital del estado, no debe ser causa de encono social entre hermanos coahuilenses, pero si ofrece motivo de interpelación al Gobierno de Miguel Riquelme, como albacea y heredero de la herencia maldita del moreirato.
Lo anterior porque la diferencia abismal de la proporción de cinco a uno en la generación de empleo cuyo comentario nos ocupa, no se ha dado de la noche a la mañana, sino que constituye una brecha abierta de tiempo atrás, que crece de manera rampante en los últimos trece años.
Se equivocan las voces que atribuyen la falta de apoyo del Gobierno de Coahuila al Municipio de Torreón, a la falta de coordinación resultante de la diversidad de los colores partidistas instalados en cada nivel de autoridad, porque lo cierto en que los períodos de coincidencia entre los gobiernos del moreirato y los alcaldes Eduardo Olmos y Miguel Riquelme, fueron tiempos de seca para las grandes inversiones.
Ante la falta de acciones de gobierno al respecto, los ciudadanos de Torreón encabezado por los grandes empresarios de la región, están llamados a ser motor del desarrollo económico de la Comarca en dos grandes vertientes: Mediante la inversión privada inteligente y sinérgica, y exigiendo a nuestras autoridades políticas públicas que en apoyo al sector productivo, provoquen la detonación económica largamente esperada.