EDITORIAL

La UNAM, impulsora incansable del cambio social

MANUEL MARTÍNEZ JUSTO

La Universidad Nacional Autónoma de México es la institución educativa, de investigación y promoción de la cultura que más ha transformado a México y a los mexicanos. El cambio lo ha generado no sólo a través de la educación y la formación de muchos jóvenes mexicanos que se han ido convirtiendo en profesionistas y escribiendo cada uno sus propias historias de éxito, sino también a través de la investigación que realizan sus docentes e investigadores y, desde luego, de la difusión de la cultura en sus diversas expresiones.

Cito todo lo anterior porque el papel de transformación social de la UNAM no se limita exclusivamente a esa formación de los jóvenes, sino a otros aspectos importantes de la vida de las personas y la sociedad en su conjunto. Mi formación inicial no fue en la UNAM. Mi formación básica transcurrió en una institución de educación privada mexicana y posteriormente tuve la fortuna de hacer una licenciatura en el extranjero; sin embargo, también en mi caso, como en el de otros jóvenes de este país, la Universidad Nacional sería un elemento esencial para mi desarrollo personal, académico, de investigación.

La llegada a un campus nuevo que recién había iniciado sus labores de formación docente, la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP), hoy Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, fue como un aire fresco para la rígida formación recibida en la madre patria. La FES Acatlán representaba una oportunidad para mi desarrollo personal y académico, así lo entendí, como también comprendí que uno podía enamorarse y dejarse seducir por un campus de la UNAM más allá de Ciudad Universitaria.

Acatlán se convirtió para mí en mi alma mater académica, en el espacio donde aprendí a enseñar y a asimilar los conocimientos que trae consigo el diálogo y la interacción con nuestros alumnos y los compañeros docentes. A medida que pasaban los semestres y me adentraba en la esencia de lo que representaban las escuelas multidisciplinarias -o los campi externos, foráneos, como los denominan algunos- mi sentimiento de identidad y de pertenencia se fueron afianzando y consolidando. A 38 años de distancia de la primera vez que pisé la FES Acatlán, difícilmente podría comprender, o simplemente pensar, mi vida académica fuera ella.

La investigación es una labor compleja, pero altamente gratificante. La UNAM desarrolla más de 50% de la investigación de base y una buena parte de la de vanguardia, de frontera, en este país. Acercarse y adentrarse en ella requiere confianza, preparación y apoyos. Los programas de apoyo a la investigación que tiene la institución para los docentes me permitieron conformar un grupo interdisciplinar e interinstitucional que han generado un extenso conocimiento en un tema de frontera como es la vinculación internacional de los gobiernos locales; y sin este apoyo institucional difícilmente podría haber concluido la investigación doctoral llevada a cabo en este sentido y que hoy en día coloca a la UNAM a la vanguardia de los trabajos y el conocimiento en ese campo de estudio de las relaciones internacionales.

Sin la experiencia académica y de investigación acumulada, sería difícil haber llegado a la Dirección de la Facultad multidisciplinaria y con el mayor número de matrícula de la Universidad Nacional. Otra cuestión importante es cómo hacer que esta Facultad funcione y cumpla con los objetivos de formación, investigación y extensión de la cultura y, sobre todo, cómo pueda generar una convivencia armónica a su interior, donde conviven más de 22 mil alumnos de licenciatura, con necesidades diversas, que requieren apoyos muchas veces diferenciados; casi 10 mil alumnos externos a la UNAM que toman clases de idiomas y 5 mil más que van a cursos, talleres y diplomados de educación continua. Es ahí donde la Fundación UNAM ha desarrollado un papel esencial y se ha convertido en una alianza estratégica de Acatlán.

Tres son los ámbitos en los que la Fundación incide en la vida de esta institución: en el apoyo a proyectos de desarrollo institucional; en la generación de recursos adicionales y en la atención a los grupos con mayores carencias de la comunidad estudiantil.

Las necesidades de una Facultad multidisciplinaria ubicada de forma externa a Ciudad Universitaria se atienden en muchas ocasiones de manera autónoma o autogestiva por las particularidades que presentan. En el caso de Acatlán, con una superficie de 32 hectáreas, las áreas verdes y su zona arbolada constituyen una ventaja medioambiental que resulta difícil mantener y requiere un alto costo de abastecimiento de agua. La Fundación UNAM hizo posible la construcción de una planta de tratamiento de aguas residuales que hoy nos ahorra 2.3 millones de litros de agua por año. Adicionalmente, Fundación UNAM nos apoya con un promedio de 5 mil 500 becas anuales para los alumnos; un Programa de Apoyo Nutricional para más de 800 alumnos por año, que pueden alimentarse adecuadamente gracias a ello; y finalmente la movilidad al extranjero de 40 alumnos por año. Una gran alianza que beneficia a una cuarta parte de la población de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán.

La UNAM y la Fundación UNAM contribuyen a construir cada día historias de éxito y, sobre todo, son grandes impulsoras del cambio social que tanto ha servido para transformar a este país y lo siguen haciendo.

Escrito en: UNAM, investigación, formación, Facultad

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