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¿Cómo se expandió el sargazo en el Atlántico?

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EL UNIVERSAL

Las redes sociales no son las únicas que conectan los extremos de la Tierra a gran velocidad. Lo que sucede en geografías de aparente lejanía, como África y Brasil, afecta a las costas mexicanas. Las grandes tormentas de arena en el desierto del Sahara se multiplicaron por 10 en las últimas décadas, acarreando muchos nutrientes hasta el Atlántico; mientras los afluentes del Amazonas se han sobrealimentado en los últimos años con los desechos de sus crecientes actividades agrícolas y forestales.

La suma de estos materiales ayuda a engordar el llamado "Gran cinturón de sargazo", cuyas floraciones llegan hasta las costas de Quintana Roo en una marea parda que representa una problemática que no acaba con el verano vacacional.

Un reciente estudio presentado por Investigadores de la Universidad del Sur de Florida en la Facultad de Ciencias Marinas de San Petesburgo y presentado en la revista Science describe precisamente cómo empezó a crecer este "cinturón" desde el verano de 2011 hasta alcanzar más de 8 mil kilómetros de extensión y un peso estimado de 20 millones de toneladas, lo que equivale a 200 portaviones.

Los científicos, comandados por el oceanógrafo Chuanmin Hu (quien ha estudiado el Sargassum empleando tecnología satelital desde 2006), utilizaron observaciones satelitales de la NASA para documentar la magnitud del problema. Con simulaciones por computadora confirmaron que este cinturón de macro algas color marrón se forma en respuesta a las corrientes oceánicas.

Hace ocho años, la mayor parte del sargazo flotante se encontraba principalmente en diversas áreas alrededor del Golfo de México y en el Mar de los Sargazos, que se encuentra en el borde occidental del Océano Atlántico central. Los expertos que han detectado estas nuevas poblaciones de algas al norte del Ecuador terrestre culpan a la gran cantidad de materia orgánica que llega al mar.

Los científicos pudieron calcular los niveles de nutrientes que alimentan la floración de sargazo por las observaciones de clorofila en aguas superficiales y que proporcionan una luz verdosa en el océano circundante.

Hace una década, los niveles de clorofila a aumentaron en el penacho del río Amazonas, la parte del Océano Atlántico que recibe las salidas de los afluentes. Además, las aguas entre África y Brasil están en una región más cálida que ha favorecido las floraciones con un desarrollo más veloz que genera una mayor cantidad de biomasa.

En mar abierto este tipo de algas contribuyen a la salud del océano al proporcionar hábitat para tortugas, cangrejos, peces y otras plantas. También produce oxígeno a través de la fotosíntesis, pero estas algas se convierten en un problema cuando se aproximan a las costas, pues pueden desplazar especies marinas y limitar luz y nutrientes a ecosistemas indispensables para estos sitios, como los llamados pastos marinos.

La necesidad de un modelo integral Brigitta I. van Tussenbroek, investigadora en Puerto Morelos del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM, y quien dirige el Laboratorio de Pastos Marinos de esta unidad académica, también se ha convertido en una de las principales estudiosas de la problemática desencadenada por el sargazo. Las praderas de pastos marinos son ecosistemas dominados por plantas angioespermas sumergidas bajo el mar con diferentes funciones, desde modular el movimiento de las olas y la luz del día hasta servir de refugio para diversas especies marinas. Desgraciadamente, debido a la presencia del sargazo, la doctora Briggita señala que los pastos marinos han desaparecido de las costas afectadas por las algas.

"Las afecciones para los ecosistemas son variadas, por ejemplo, los lixiviados se van a las lagunas y afectan sus poblaciones, pero también la pérdida de calidad de agua en el mar daña a los arrecifes que se van degradando, lo mismo que la barrera natural que forman contra huracanes y tormentas". Sin embargo, la especialista señala que estamos a tiempo para tener una respuesta coherente de atención a un problema que no se puede minimizar, pues cada año este tipo de ecosistemas están recibiendo más materia orgánica y se están degradando con mayor velocidad.

La especialista indica que desde 2015 hay avances en términos de conocimiento. "En ese momento el problema nos tomó por sorpresa, pero a lo largo de estos años hemos podido entender mejor su desarrollo. Hay más información y algunas iniciativas privadas ya están viendo cómo lidiar con el sargazo con diferentes ideas. En este sentido no está estancado, pero lo que aún falta es un manejo integral del problema, un esfuerzo que coordine a los municipios con los esfuerzos particulares de hoteleros y de la iniciativa privada para sacar el sargazo y procesarlo sin duplicar esfuerzos".

La investigadora reconoce el estudio de Chuanmin Hu como un documento de gran precisión y aunque es claro que han contribuido los residuos vertidos en el Amazonas para incrementar el problema, señala que no se le puede echar toda la culpa a este lugar, cuando a nivel regional también contribuyen fuertemente las descargas de desechos que se hacen cotidianamente en nuestras costas.

Por otra parte, a gran escala es posible ver la mancha con relativa facilidad, pero todavía no hay modelos precisos que digan cómo va a ser el impacto costero. "Se tienen que hacer más observaciones. Todos los países afectados por este problema están en un nivel similar. Nadie en realidad lo tiene resuelto, pero la urgencia es integrar planes de participación para poner barreras de una manera más efectiva y captar materia que se pueda convertir en biofertilizante o en algún otro producto útil".

Recientemente, la Dirección General de Oceanografía, Hidrografía y Meteorología de la Secretaría de Marina-Armada de México, junto con investigadores y técnicos, así como con personal del Instituto de Investigaciones Oceanológicas de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), presentó un comunicado donde señala que mantienen una fase de prueba con boyas de deriva, un instrumento oceanográfico que podría ayudar a ubicar e identificar la trayectoria de las agregaciones de sargazo.

Estas boyas cuentan con telemetría inteligente, lo que permite enviar su posición geográfica vía satélite gracias a sus componentes y fotoceldas, las cuales mantienen trabajando a este instrumento con autonomía sustentable durante varios meses.

El informe especifica que cuando las boyas son liberadas en puntos estratégicos de poblaciones de sargazo, se podría dar seguimiento a su trayectoria para determinar el comportamiento de las corrientes marinas a futuro en el Caribe.

Sin embargo, otra parte de los reportes de la Secretaría de Marina desataron polémica, como la afirmación de que los estudios sanitarios indican que no hay riesgos de afectaciones a la salud humana y que el sargazo no presenta lixiviados agresivos o dañinos para el medio ambiente terrestre.

"Lo que creo que ellos quisieron decir es que el alga marina per se no es tóxica, En ese sentido estoy de acuerdo, pero el problema es cuando se acumula una gran cantidad porque suelta ácido sulfhídrico que sí es dañino y cuyo efecto ya lo han publicado numerosos estudios". Por esto, subraya, es importante seguir monitoreando su impacto, pues aún se desconoce en qué etapa del problema estamos, pero a nivel global hay fenómenos innegables y de difícil control que lo exacerban, como el cambio climático.

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