EDITORIAL

Comunidades participativas protectoras

Metáfora ciudadana

LUIS ALBERTO VÁZQUEZ ÁLVAREZ

Diciembre de 1985, dos jóvenes robaron más de 140 joyas arqueológicas del Museo Nacional de Antropología. Octubre de 2012, la iglesia Santa María Acuexcomac de Cholula fue saqueada; pinturas de la época colonia desaparecieron, así como los arcángeles del retablo principal, El lienzo de Las Ánimas del Purgatorio del siglo XIX, monumental, fue cercenado para facilitar su transportación. 2015, un manglar, hogar de múltiples especies de flora y fauna catalogado área protegida fue devastado en Cancún para dar lugar al megaproyecto inmobiliario "Malecón Tajamar". La Laguna de Bacalar, mundialmente famosa por sus siete colores y sus estromatolitos (creadores de oxígeno desde hace 3,500 millones de años) se está perdiendo a causa de la contaminación y acumulación de basura y aguas residuales.

México es un esplendoroso país de maravillas naturales, arqueológicas, arquitectónicas y étnicas entre tantas otras, dotadas por la naturaleza o construidas por comunidades prehispánicas y coloniales. Los políticos prianistas las han robado y permitido saquear y los del partido verde destruyen manglares quintanarroenses. Enardecidos por el poder político y económico, los gobernantes han olvidado dicha prodigalidad artística y son ellos quienes se enriquecen permitiendo que grupos de toda índole se apoderen de nuestra gloria cultural y regalos que la madre tierra otorga a todos, no sólo a los abusadores. La devastación proviene de diferentes agentes de la destrucción; políticos, empresarios lenones enviciados por dinero; ciudadanos de "a pie" que se aprovechan de cualquier circunstancia para obtener recursos ilegales a costa de vidas y daño al medio ambiente y cultural. La sociedad capitalista les ha protegido y permitido esos descalabros comunitarios.

Afortunadamente hoy empiezan a coexistir comunidades que ven y viven por el bien común; destacándose las originarias de esta nación; grupos indígenas que toman decisiones en asambleas donde todos participan; moderadas por un consejo de ancianos; comunidades donde todos toman la palabra y discuten temas trascendentes de manera ordenada y argumentan valores y principios que la comunidad promueve. Al final, un anciano considerado sabio, resume la discusión e interpreta la decisión de la asamblea; enunciando: "nosotros pensamos y decidimos..." En esa convivencia social y comunitaria, todos son iguales y todos sienten igual la palabra "nosotros"; la cual implica un consenso de voluntades que son comunidad por la participación de todos y de cada uno, primando la igualdad de los integrantes. Se manda obedeciendo en una auténtica democracia participativa; esa que el neoliberalismo no entiende y busca destruir para mantener un sistema individualista, donde prevalezca el interés personal y económico por encima del social.

Estas comunidades disrumpen con lo tradicional que ha sido la escasa participación en las grandes ciudades que comen, absorben, desaparecen la vida comunitaria y la atomizan individualizándola y excluyendo el interés social. Comunidades que manan por la creación de una conciencia de responsabilidad comunitaria con su entorno cultural y ecológico; auténticas comunidades dirigidas por el interés y al bien del todo; enfocadas al servicio, no al cálculo del beneficio lucrativo.

El daño ecológico a las mundialmente famosas Lagunas de Montebello; fue brutal, ahora las comunidades indígenas no permiten la entrada de lanchas que utilicen gasolina y/o aceite y su recuperación ha sido maravillosa, lo mismo está pasando con otras riquezas naturales de Chiapas, siendo indispensable salvar la selva lacandona. En los santuarios de la mariposa monarca, en Michoacán y Estado de México, las comunidades purépechas han obligado a los visitantes a caminar para jamás utilizar vehículos contaminantes y respetar absolutamente las áreas, no puede nadie sacar nada de ellas, ni siquiera de lo tirado en el suelo; menos talar árboles. Así se están recuperando los santuarios.

Entre lo más excepcional es el ejemplo de Santa María de Tonantzintla; un pequeño poblado de Puebla cuya maravillosa iglesia es considerada la máxima expresión del barroco mexicano; emblema del sincretismo religioso. Durante muchos años esa riqueza arquitectónica con chapa de oro en su altar, fue saqueada por ladrones políticos y civiles. Hace poco, la comunidad decidió que sería ella quien la custodiaría. Diariamente una familia indígena abre y limpia la primorosa obra y cuida que nadie pueda dañarla. Su estado actual es increíble, gracias a la comunidad que la siente suya y la protege.

En Torreón tenemos un ejemplo también, en el poblado de Juan Eugenio, a la entrada del área protegida cañón de Jimulco, la comunidad ha decidido cuidar el medio ambiente recogiendo ellos mismos todos los plásticos tirados por visitantes y compactándolos. Ha sido un ganar - ganar, limpieza, cuidado y recursos por la venta, sin apoyo alguno de las autoridades municipales. En Lerdo, donde el gobierno brilla por su ausencia; las grutas del Rosario, primorosas creaciones elaboradas por la naturaleza en millones de años; eran saqueadas las estalactitas y las estalagmitas, cortadas hasta con sierra. Ahora la comunidad de Vicente Suárez la cuida, protege, conserva y promociona para deleite de quienes amamos lo natural.

Estas comunidades nos enseñan que necesitamos intentar formas de vida diferentes a las actuales de egoísmo neoliberal que está acabando con este planeta que es único, insustituible y que, de desaparecer, todos moriremos. Atrevámonos a lo inédito; a recobrar el valor de la dignidad humana en una naturaleza plena; un mundo nuevo restituido en principios comunitarios; reinventemos la inclusión en la empatía ser humano-naturaleza; proyectemos una vida comunitaria basada en la conservación del entorno que nos arropa y que nosotros estamos destruyendo. Este desarrollo estaría basado en el crecimiento humano; en sus valores y espiritualidad que son infinitas y que nadie puede apropiárselas. Estas comunidades corresponden a una sociedad alternativa que salvaguarda los derechos elementales de todos sin admitir exclusiones, ni de personas ni de patrimonios naturales. Respeta la multidiversidad y culturas originarias sin desdeñarlas y permite la realización plena y total de la vida, excluyendo la destrucción capitalista basada en el lucro económico, exterminadora de la madre tierra.

Escrito en: comunidades, todos, comunidad, nadie

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