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Gustavo Dudamel se reúne con jóvenes músicos en Bellas Artes

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EL SIGLO DE TORREÓN

En la Alameda Central de la Ciudad de México se ha creado una estampa citadina inusual: decenas de jóvenes estudiantes de música con sus instrumentos en sus espaldas, la mayoría son del Conservatorio Nacional de Música, se dirigen al Palacio de Bellas Artes porque están a punto de conocer a Gustavo Dudamel, considerado uno de los directores de escena más afamados a nivel internacional.

Una mezcla de sonidos crea la atmósfera del recinto, es la disonancia emanada de los instrumentos de 196 estudiantes de música, 96 pertenecientes a la Orquesta Juvenil de Los Ángeles (YOLA, por sus siglas en inglés), y 69 -como una gran parte de asistentes que llenaron la sala­ del Conservatorio y la Escuela Superior de Música del INBAL, además de miembros de la Orquesta Escuela Carlos Chávez (OECCh) y niños de los semilleros creativos que coordina el Sistema Nacional de Fomento Musical (SNFM), quienes se preparaban para ensayar bajo la tutela del director de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles.

Los jóvenes lucen nerviosos. Gustavo Dudamel, quien se encuentra en México en el marco de la gira mundial de LA Phil por su centenario, una primera década al frente de la Filarmónica y la celebración del 85 aniversario del Palacio de Bellas Artes, sale flanqueado por los académicos que se ponen de pie desorbitando emoción en sus rostros.

La visita de Dudamel también es un símbolo de la relación que la cultura mexicana y la de Los Ángeles han mantenido durante medio siglo. Esta conexión, de la que ya habló el músico, se percibe desde la Marcha Eslava de Tchaikovsky, que abre el ensayo. Como anoche, nada más el artista se gira para mirar de frente al público al concluir la pieza de un sólo movimiento, los vítores y ovaciones no se dejan esperar.

La composición del ruso estrenada en 1876 y que forma parte del repertorio de LA Phil, no obstante, fue ejecutada con errores inaudibles a los oídos de los simples mortales -que unos minutos antes chocaron las palmas estrepitosamente- señalados por el músico con ese carisma que le caracteriza. Dudamel no se abstiene de corregir, sin distinciones: "Shhh", se escucha, "no hay un ápice de gracia (en lo que tocan)", menciona.

Con esa misma autoridad, Dudamel se da la libertad de llamar a Arturo Márquez al escenario para tomar la batuta en la ejecución de su obra de 1994: Danzón núm. 2. También se quita la pena al despojar a uno de los estudiantes de su violín para tocar bajo la tutela del compositor mexicano. Una sonrisa le basta para ofrecerle una disculpa al académico -que seguía arrinconado- por retirarle su herramienta.

Márquez y Dudamel concluyen con un auditorio que los despide con una gran muestra de cariño en un recinto que hoy recibe por segunda noche consecutiva a LA Phil. Al terminar se escucha un murmullo de aprobación general en los pasillos de Bellas Artes. A las afueras, los estudiantes se reúnen para hablar al respecto con cigarrillos encendidos, tal vez piensan que les hubiera gustado ser despojados por Dudamel. "Soy algo así como un fan", dice uno de ellos momentos después de abandonar el Palacio de Bellas Artes.

Escrito en: Gustavo Dudamel bellas artes Dudamel, Bellas, estudiantes, Orquesta

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