Sindicatos brasileños pierden fuerza con el aumento de la informalidad
Los sindicatos brasileños han perdido fuerza en los últimos años debido al aumento de la informalidad laboral y hoy apenas el 12 % de los trabajadores está afiliado a algún gremio, según un informe oficial divulgado este miércoles.
El estudio, realizado por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), analiza la situación de los sindicatos entre 2012 y 2018, un período en que los gremios perdieron un total de 2.9 millones de afiliados.
De acuerdo al IBGE, en 2012 cerca del 18 % de los trabajadores era miembro de algún sindicato, pero esa tasa cayó al 12 % en 2018 y tiende a reducirse en los próximos años, por el aumento del trabajo informal y el auge de los llamados "emprendedores", que frente a la falta de empleo apuestan en pequeños negocios.
La pérdida de poder de los sindicatos también ha sido reforzada por reformas introducidas en los últimos tres años en las leyes que rigen el mercado laboral, que han relajado las normas y legalizado la subcontratación o el empleo por horas sin un contrato formal.
La pérdida de afiliados de los gremios ha coincidido además con un período de acentuado aumento del desempleo, que de acuerdo con los datos oficiales se sitúa desde hace tres años en torno al 12 %, lo que equivale a cerca de 13 millones de personas.
Aunque en los últimos meses ha habido un muy pequeño repunte en la generación de puestos de trabajo, el proceso de pérdida de poder de los sindicatos se ha mantenido, según explicó Adriana Beringuy, analista del IBGE que participó en la elaboración del estudio.
"La población ocupada que crece es la de trabajadores por cuenta propia y empleados informales, dos segmentos que, tradicionalmente, no tienen una gran movilización o adhesión sindical", indicó.
Según el estudio del IBGE, la más alta tasa de sindicalización en Brasil está actualmente en el sector público y llega al 25.7 %, en tanto que en la empresa privada se sitúa apenas en un 16 %.
Esa pérdida de espacios entre los trabajadores también ha tenido como reflejo una merma del poder político de los sindicatos, que en los últimos años han visto reducida su capacidad de movilización, salvo en algunos sectores económicos puntuales, como el automotriz o el petrolero, en los que aún conservan cierta influencia.
De hecho, una huelga general convocada en 2017 contra la reforma de las leyes laborales resultó un estruendoso fracaso y casi no tuvo adhesión.
Lo mismo ocurrió en junio de este año, cuando una nueva huelga general promovida contra una reforma constitucional que endureció el acceso a las jubilaciones pasó casi desapercibida y estuvo lejos de ser respaldada en forma masiva por los trabajadores.
Muy diferente a lo que ocurría hasta hace unas décadas, cuando los sindicatos brasileños paralizaron al país varias veces, incluso en tiempos de dictaduras, y dieron origen a líderes de la talla de Luiz Inácio Lula da Silva, primer obrero que llegó a la Presidencia en Brasil, aunque luego fue salpicado por la corrupción.