EDITORIAL

El mundo cambió y se tornó aún más complejo

JORGE ALVAREZ FUENTES

Temor e incertidumbre continúan extendiéndose ante el avance de la pandemia del coronavirus y sus secuelas. La mitad de la población mundial se resguarda y aísla, mientras la otra mitad prosigue con sus actividades, en una insólita normalidad, que dejó de ser tal, hace semanas. No sólo la pandemia, sino la crisis global en sus dimensiones sanitaria, económica, ambiental, política y social han comenzado a cambiar la vida en el planeta, de manera rápida, profunda y definitiva. Los ciudadanos y los gobernantes deben comprender cabalmente y sin demora las transformaciones que está ocurriendo, para prepararse mejor y poder actuar, anticipar y tratar de determinar el curso de los escenarios inéditos en los que nos encontramos, anteponiendo el bien de la humanidad, antes que la defensa de intereses individuales. Los conflictos políticos, las guerras, las tragedias de la migración internacional y las protestas sociales se agudizarán. El desorden mundial en curso se va a ahondar. Todo ello, en medio del auge de las tendencias, posturas nacionalistas y liderazgos miopes y autoritarios, que cometen un grave error al pensar que los contagios, disputas ideológicas, batallas por los mercados energéticos, incluida la emergencia ambiental, las medidas de rescate económico, el combate al crimen trasnacional, la lucha por estabilidad política, económica y social, y, las crecientes divergencias y tensiones geopolíticas pueden gestionarse y contenerse, encerrados en la visión de las fronteras nacionales, cuando el mundo cambió ya su curso, de manera extraordinaria y súbita.

América del Norte está en recesión económica. La economía de Estados Unidos (destino principal de las exportaciones mexicanas) sufrirá este año una reducción de -2.9%, y la de Canadá de -3.2%. Así nuestros principales socios comerciales. Decenas de miles de migrantes mexicanos en Estados Unidos se quedarán sin trabajo, haciéndoles imposible mandar remesas a México, al menos no en los montos, superiores a los 30 mil millones de dólares, registrados en los últimos dos años, lo que traerá impactos negativos para el bienestar de millones de familias mexicanas. El turismo de masas se acabó. Aun si se logra algún arreglo temporal en la OPEP, reduciendo en 10 millones de barriles la producción, dado el exceso de oferta y desplome de la demanda, el precio del petróleo no se va a recuperar ante la contracción de la economía global. Todo ello va a repercutir en las finanzas públicas mexicanas, no sólo en las capacidades gubernamentales, sino en las posibilidades de progreso de los mexicanos. Andrew Steer acierta al señalar que el mundo no puede darse el lujo hoy de elegir entre abordar la crisis de salud y la crisis climática, ya que deberemos afrontar ambas. Por otra parte, la FAO, la OMC y la OMS advierten el riesgo de que próximamente se presente una "penuria alimentaria", si se distorsionan los mercados mundiales, se bloquea o descarrila el comercio internacional de granos, se socavan las garantías en los intercambios y se afectan las cadenas de valor, suministro y distribución, de continuar las medidas proteccionistas unilaterales y el cierre de fronteras. Puede haber estallidos y hambrunas en algunas regiones y países, si los países productores retienen sus cosechas ante el temor de escasez. Las agriculturas de los países desarrollados reciben subsidios y son dependientes de la mano de obra que proviene de fuera, por lo que mantener el suministro y el precio de los alimentos va a requerir atender la necesidad de proteger a los trabajadores agrícolas, minimizando la propagación del virus. El nivel de autosuficiencia alimentaria en México es del 59%, lo que implica que para satisfacer la demanda nacional dependemos en un 41% de la producción de alimentos provenientes de otros países.

Si bien es cierto que aún están por verse las múltiples implicaciones de la pandemia y de la conmoción global que ha traído aparejada, es evidente que, si se deberán sortear desastres globales aún más graves, tanto las políticas nacionales como la política internacional necesitan cambiar. La irrupción de una crisis de salud global y las confrontaciones que se han recrudecido en torno a los hidrocarburos desencadenaron una crisis económica y social sin precedente, de alcances planetarios. El coronavirus amenaza a millones de personas en el mundo. Se trata la primera crisis del siglo XXI que afecta al conjunto de la humanidad, impactando la vida cotidiana de la población mundial y cuyos efectos se pueden advertir en todos los continentes, regiones, países, poblaciones y sectores. Joschka Fischer, el ex Canciller de Alemania, acaba de señalar: "la crisis de avance rápido [que experimentamos ahora] es un anticipo de lo que está por venir si no abordamos el cambio climático. La única forma de gestionar las amenazas globales es a través de una cooperación [interiorizada] y una coordinación más intensa y eficaz entre gobiernos e instituciones multilaterales."

La crisis global ha dado lugar, también, al uso extensivo del internet. La actividad online continúa batiendo récord en el consumo de datos, habiendo aumentado el tráfico en la red en 56%. Las plataformas de televisión de paga, juegos, programas y reuniones en línea, incluidos los mensajes de WhatsApp se han incrementado en 300%. A principios de marzo se consumieron 8 terabytes por segundo, equivalente a más de 2 mil millones de páginas abiertas de manera simultánea. La globalización podrá verse frenada, en parte con la crisis, pero los delitos y riesgos cibernéticos aumentarán. Aprestémonos para vivir en un mundo distinto, aún más difícil y complejo.

@JAlvarezFuentes

Escrito en: crisis, millones, global, mundo

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