EDITORIAL

Había una vez… un Sistema llamado Anticorrupción

BENJAMÍN MARINA MARTÍN

Lo que parecía ser la puesta en marcha de la anhelada estrategia para combatir el llamado cáncer de la sociedad, la corrupción, permanece ahora en un letargo que amenaza la posibilidad para la sociedad mexicana de contar con un instrumento potente para la consolidación de instituciones eficientes.

A cinco años de su creación, el Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) no ha significado ninguna diferencia sustancial para prevenir y sancionar faltas y hechos de corrupción. Esto a pesar de que la corrupción fuera la principal apuesta de la campaña del actual presidente de México. Ya sea porque el diseño y la aprobación del SNA fue producto de negociaciones entre fuerzas políticas y poderes no solo ajenos, sino contrarios a él, o porque en realidad no lo estima adecuado (pudiera tener razón), Andrés Manuel López Obrador ha llegado a cuestionar su utilidad y tildarlo de ser una "simulación".

Sin hacer referencia ni impulsar esfuerzo significativo alguno con respecto al SNA, incluso a su margen, en lo que va de la actual administración federal, el combate de la corrupción se ha reducido básicamente a cinco estrategias:

1) aplicar una agresiva política de austeridad -con no pocas medidas carentes de racionalidad y justificación-; 2) concentrar las compras, adquisiciones, el control de los reducidos fideicomisos y la autorización de las decisiones presupuestarias en la Secretaría de Hacienda; 3) sancionar algunas faltas no graves; 4) anunciar que se investigarán a unos cuantos "peces gordos" de pasadas administraciones, y 5) asegurar cuentas y presentar denuncias por parte de la Unidad de Inteligencia Financiera. Es evidente que resultan insuficientes.

Los mexicanos no solo no perciben que haya disminuido la corrupción, sino que creen que ha aumentado. De acuerdo con Transparencia Internacional, este año México obtuvo una calificación de 29 puntos. Con esa puntuación nuestro país ocupa la posición 130 de 180 países evaluados. México sigue siendo el país peor evaluado de entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

De entre las reflexiones pendientes y aún vigentes con respecto al SNA, se encuentra una que puede resultar reveladora para identificar las causas de lo que, con base en la evidencia alcanzada al día de hoy, parece ser su fracaso o, por decir lo menos, su demostrada ineficacia: ¿En verdad es un Sistema? De un tiempo a la fecha en México han proliferado en la Constitución federal los sistemas nacionales. Los hay de todos tipos, tamaños y naturalezas. Es un hecho que cualquier "sistema" requiere mucho más que llamarse tal, para serlo y funcionar. La mejor muestra es, precisamente, el caso de México. El tema de si es o no un "sistema" no debe echarse en saco roto. La reflexión sobre aspecto puede ser útil si se realiza con objetividad, con el fin de emprender medidas tendientes a corregir sus fallas.

Con independencia de ello, es un hecho que, ya de por sí, con el diseño actual, las normas vigentes, el SNA enfrenta el desafío de atender diversos pendientes. En ese supuesto se encuentran, entre otros: 1) la consolidación de los 32 sistemas locales anticorrupción, algunos de los cuales no cuentan aún con las leyes respectivas; 2) la falta de nombramiento de algunos de los integrantes de sus órganos, destacando los correspondientes a los magistrados del Tribunal Federal de Justicia Administrativas, y 3) la deficiente o nula coordinación entre los órganos que lo integran. Además, habría que considerar las dificultades por falta de presupuesto.

La subsistencia y, por lo tanto, los objetivos del SNA penden de un hilo y, lo peor, no estamos seguro de que vaya a funcionar. La promesa de una estrategia efectiva para combatir la corrupción, en la forma de un majestuoso sistema, resultó ser una narración breve de ficción, vaya, un cuento. Ahora lo más trascendente no es mantenerlo o no, sino combatir la corrupción hasta disminuirla sustancialmente. Si el SNA no le gusta al Gobierno federal, está bien, que lo cambie, pero es un hecho que la estrategia, políticas y medidas que establezca en su lugar tienen que ser más inteligentes y eficientes que las que ha emprendido.

Escrito en: hecho, sino, combatir, corrupción

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