Si no incontables, si son tantos los poemas y pasajes con el tema de los celos en la obra de Sor Juana que observarlos requeriría afanosa dedicación.
Entre sus sonetos de este asunto uno de los más bellos es el que comienza “Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba”. Al evocarlo se vuelve imperiosa la necesidad de compartirlo, pero como el espacio es escaso, sólo se puede tener el breve e intenso gozo de transcribir los dos tercetos:
“Baste ya de rigores, mi bien baste / no te atormenten más celos tiranos / ni el vil recelo tu quietud contraste // con sombras necias, con indicios vanos / pues ya en líquido humor viste y tocaste / mi corazón desecho entre tus manos”.
Lamentablemente, como dice la Décima Musa, en verdad los celos son tiranos que rejonean con crueldad al celoso al que ni las lágrimas del corazón convencen de que no existe motivo.
Por ello es que don Carlos, en la comedia Los empeños de una casa, creada por Sor Juana, durante el pasaje en
que razonan sobre cuál es entre las penas del amor la más grave, considera en tono de refrán que “de amor en los desvelos / son el mayor mal los celos”.
Sin embargo, el espíritu lúdico, dialéctico y condescendiente de Sor Juana en otro lado produce el romance que comienza “Si es causa amor productiva”, donde entre juegos, razonamientos serios, erudición y explicaciones justifica que los celos son compañía imprescindible y deseable del amor: “¿cómo, sin tenerlos, puede / el amor estar perfecto?”
En conclusión, como juzga don Carlos, en el amor el mayor mal son los celos. Y en todo caso se coincidirá en que es un mal necesario. Por eso tiene su verdad el refrán que por boca de don Carlos, Sor Juana dice: “de amor en los desvelos / son el mayor
mal los celos”.