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El legado musical del compositor argentino Francisco Kröpfl

Obra marcó a interesados en desarrollo de electroacústica latinoamericana

El legado musical del compositor argentino Francisco Kröpfl

El legado musical del compositor argentino Francisco Kröpfl

SAÚL RODRÍGUEZ

El pasado miércoles 15 de diciembre, el compositor argentino de origen rumano Francisco Kröpfl murió a la edad de 90 años, en su departamento ubicado en el barrio bonaerense de Palermo. Su partida significó la culminación de una página más en la música moderna de Argentina, la marcha de un pionero cuya obra marcó a los interesados en el desarrollo de la electroacústica latinoamericana.

A principios de los años ochenta, Kröpfl tuvo de alumno a Pablo Di Liscia, compositor quien, a través de un enlace telefónico desde Buenos Aires, acentúa a El Siglo de Torreón la importancia de su maestro.

“Él empezó a trabajar y fue uno de los fundadores del laboratorio del Centro de Investigación en Comunicación Masiva, Arte y Tecnología (CICMAT), en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires. Después, a mí me parece que lo más significativo que hizo fue la creación y la dirección durante muchos años del Laboratorio de Investigación y Producción Musical (LIPM) en el Centro Cultural Recoleta”.

Según Di Lisicia, es en el LIPM donde Kröpfl incentivó la formación de muchos compositores y compositoras dentro de la música electroacústica, no sólo en la producción y desarrollo de proyectos, sino también en su difusión a través de conciertos, presentaciones y programas.

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“Y cuando empezó la música por computadoras, Francisco, junto con la Fundación Música y Tecnología, hicieron un convenio y un programa muy importante, en triangulación con el legendario Centro para la Investigación en Acústica y Música de la Universidad de Stanford y el Centro para la Investigación con Computadoras en el Arte de la Universidad de California en San Diego. Y gracias a ese programa muchos pudimos viajar y hacer estancias en estas universidades”.

En esa época, entre 1985 y 1990, el programa promovido por Kröpfl permitió que compositores argentinos se actualizaran en las últimas tecnologías y tendencias dentro de la música electroacústica. Pero no sólo eso, también logró que investigadores y compositores internacionales como Max Mathews, F. Richard Moore (autor del libro Elements of Computer Music), entre otros, viajaran a Buenos Aires para ofrecer ponencias, cursos y talleres.

“Algunos con un perfil más técnico y otros con un perfil más musical, pero todos expertos en música por computadora que en esos momentos estaba empezando”.

Proyección teórica

En el tono de sus valiosas aportaciones en el ámbito institucional, el genio de Francisco Kröpfl también era autor de un pensamiento musical único. Ambos factores crean una unidad indisoluble.

“Francisco Kröpfl tuvo una tremenda formación como músico clásico, era un excelente pianista y además de ello tocaba jazz, fantástico. Tenía un oído realmente tremendo y habilidades de músico práctico realmente destacadas”.

Kröpfl ostentaba un pensamiento propio para enseñar, producir, escuchar y analizar música, el cual trasladaba a su papel como compositor.

Entre las obras de su maestro, Di Liscia destaca Música 57 (1957), una complicada pieza serial integral que el entrevistado interpretó con su guitarra. Otra obra que Di Liscia solía analizar en sus clases es Música 66 (1966), una pieza para piano solo y recipiente de una serie de virtudes.

“Porque además de ser una obra muy fina musicalmente, tremendamente bien escrita para el piano, porque Francisco tocaba muy bien ese instrumento, es una obra que tiene un fuerte carácter didáctico. Así como Karlheinz Stockhausen dice en algunos escritos, algunas de las obras de Stockhausen fueron escritas durante su curso, así ocurre también con Música 66, donde Kröpfl desarrolla un pensamiento dominante en esa época (mencionado por Pierre Boulez y muchos teóricos) que era el concepto de estructura, como un concepto que permitía organizar la música”.

Kröpfl no percibía la estructura como modelo rigurosamente matemático, tampoco estrictamente como lingüista o antropológico, pero sí tomaba un poco de todas estas visiones, además de enfocarse en nociones musicales como la textura, la densidad global, la densidad cronométrica, la densidad polifónica, la densidad interválica, el registro, la evolución dinámica, etcétera.

“Esta obra, Música 66, reúne esas condiciones que, además está organizada de esa manera y es muy didáctica porque las estructuras están marcadas en la partitura y hay algunas indicaciones para el intérprete, donde se dan algunas guías, es decir, que hay un pequeño análisis de la obra que está dentro de la misma partitura”.

Así, Kröpfl dejó una actitud hacia la música y su enseñanza, “de honestidad y búsqueda de una manera de transmitir un pensamiento sobre las organizaciones musicales y la música en general”. Di Liscia agrega: “Francisco seguía mucho el pensamiento de Leonard B. Mayer, en el sentido en que veía a la música como un juego de tensiones y distinciones”.

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