Napoli vuelve a lo terrenal tras abandonar su invicto de 27 victorias seguidas

Más de seis meses después de su última derrota, el Nápoles sucumbió ante el Liverpool (2-0) en Liga de Campeones, una derrota que le obliga a abandonar el altar de invicto en el que se encontraba con 27 victorias seguidas.

Hay que remontarse hasta el 24 de abril de este año para ver la última derrota del Nápoles. Fue en Serie A, ante el Empoli (3-2), en la recta final de una de las temporadas más igualadas de la historia del fútbol italiano y en la que el conjunto partenopeo llegó a ser líder, pero en la que se despidió definitivamente de sus opciones precisamente en este encuentro.

Era la tercera fecha seguida sin ganar en el momento de máxima presión y se convirtió en la confirmación de que al Nápoles le quedó grande el desafío, de que le pesó el liderato y de que tuvo vértigo en esa primera plaza.

El italiano Luciano Spalletti tomó entonces la drástica decisión de concentrar al equipo en la ciudad deportiva hasta el próximo encuentro, una práctica que esta temporada ya ha llevado a cabo el Juventus también como medida por los malos resultados.

La concentración fue salvadora viendo el resultado obtenido: no volvió a perder el Nápoles en los últimos cuatro partidos ligueros, recuperando además las buenas sensaciones que tuvieron en su mejor momento de la campaña.

El club 'azzurro', de la mano de Spalletti, sentó entonces las bases de este nuevo Nápoles aprovechando la buena dinámica. Pesos pesados del vestuario como el belga Dries Mertens y el italiano Lorenzo Insigne no fueron renovados, y el senegalés Kalidou Koulibaly se marchó vendido al Chelsea.

Fue un mercado estival silencioso para los napolitanos, pero muy efectivo. Desconocidos como el surcoreano Kim Min-Jae o el georgiano Kvicha Kvaratskhelia pasaron desapercibidos como nuevas incorporaciones.

No tanto el argentino Giovanni Simeone, el uruguayo Matías Olivera o el italiano Giacomo Raspadori, más sonados por el cartel de los propios jugadores.

Contenido en el gasto en fichajes, el Nápoles liberó mucha masa salarial con las despedidas al tiempo que desintoxicó el vestuario. Dos victorias y tres empates en pretemporada fueron el aviso de que este renovado Nápoles no iba a ser sencillo de batir.

Terminó el mes de agosto con dos empates y dos victorias en partidos de Serie A, pero dejando una imagen de equipo sólido, unido, comprometido y poseedor de todas las herramientas necesarias para desenvolverse en cualquier escenario. La confirmación de que el Nápoles iba en serio fue, precisamente, ante su verdugo, el Liverpool, al que le endosó un contundente 4-1 en Liga de Campeones.

Una victoria que empezó a atraer los focos y las miradas de toda Europa a la ciudad del sur de Italia. Kvaratskhelia pasó de ser un completo desconocido en verano al jugador más peligroso de la ofensiva en menos de dos meses, vigilado por prensa y defensas a partes iguales.

Continuó el Nápoles haciendo su camino, sin dejarse llevar por los halagos o las comparaciones con otras épocas, liderado por un Spalletti centrado en el recorrido y que mantuvo siempre los pies en el suelo, pero elevando inevitablemente su aura a la de un equipo invencible.

Veintisiete partidos seguidos sin perder después, veintiuno en competiciones oficiales -Serie A y Liga de Campeones-, el Liverpool del alemán Jurgen Klopp, del egipcio Mohamed Salah y del neerlandés Virgil van Dijk, actuales subcampeones de la 'Champions', comprobaron que el Nápoles es humano y derrotable.

Eso sí, en un partido en el mítico estadio de Anfield casi sin trascendencia para los visitantes, en el que pudieron adelantarse en el marcador, y que terminó sellando su clasificación como primeros de grupo para los octavos de final.