EDITORIAL

De verdad, ¿Queremos cambiar?

Julio Faesler

Es el momento de seriedad y valentía. No hay vuelta de hoja: está en juego la libertad del ciudadano de decidir la forma de gobierno y el contenido de sus decisiones.

El momento tenía que llegar.

Ahora que todos, pueblo sabio, clase media, empresariado alto y bajo, intelectuales, hemos probado lo que pasa al abandonar dar instrucciones al gobernante sobre las prioridades que ha de atender y vigilar la implementación de las soluciones.

La culpa es nuestra. Hace décadas por razones de desvíos electorales no pudimos ejercer la obligación, no solo el derecho, de ordenar y exigir la actuación honrada y eficaz de los gobernantes.

La sociedad se centralizó en el modo personal de actuar del presidente de la república. Ni en las democracias más liberales del mundo la ciudadanía suelta así la rienda. Nosotros, acostumbrados históricamente a la idea de que es incontestable lo que el jefe de gobierno quiera hacer, primero nos sometimos a los resultados electorales oficiales, para luego atenernos a los hechos y, en definitiva, a la suerte de la Nación.

La situación se agravó en el sexenio que está por terminar. El poder que concentró el presidente llegó al grado de que vimos con azoro pero resignación el desmantelamiento sistemático del aparato que el sistema político anterior, del PRI con adiciones del PAN, habían instalado a lo largo de muchos años que con defectos cumplía un nivel aceptable, siempre mejorable, la atención a las necesidades populares.

Los abusos del ejercicio del poder centralizado en la persona del presidente ya habían brotado desde antes de su toma de posesión. Ya en el sillón de mando, no tuvo freno ni limite. Sujeto el país a los mayoriteos de Morena, apenas en los últimos tiempos el grado de abuso por fin llevó a algunos jueces y legisladores a no seguir los dictados del superior. Los más recientes, como la afortunada elección, feliz hecho inesperado, de la presidenta de la SCJN, y otros casos como en materia de energía, fueron muestra de que después de todo, la opción de contradecir y frenar al arbitrario presidente no estaba perdida.

Varias circunstancias identifican el momento que vivimos. La inquietud popular en buen número de países expresa que es hora de cambiar la ruta. El clima de injusticias y desigualdades económicas y sociales que han dañado al grueso de las poblaciones, indica que la coyuntura está pidiendo no continuar con los desmanes del gobierno actual.

Hay muchos asuntos que están pendientes. Véanse lo que hay que hacer para fortalecer la capacidad económica de México y rescatar su fama internacional. Ajustes en programas de salud, educación y el requisito elemental de reforma fiscal pendiente desde hace décadas. Pendientes los problemas de seguridad íntimamente ligados al respeto del estado de derecho.

La disyuntiva es inevitable. La opción encerrada en las elecciones que se aproximan es escoger entre dejar que la atención a los problemas de nuevo se deje a la irrestricta decisión del que reciba el poder presidencial o que el control responda a la decisión democrática del pueblo conforme a normas constitucionales hoy despreciadas.

Se necesita valor. Hay que terminar con la mansedumbre cívica y animarnos a la acción política efectiva en cada una de las elecciones que se celebrarán en los once estados comenzando por Coahuila y Estado de México y la elección de 31 congresos locales que se van a realizar.

Es momento de tomar las cosas electorales en serio. La cuestión no es restablecer el régimen al estilo convencional liberal del siglo XX interrumpido para reemprender la marcha que con sus defectos existía antes de 2018. El cambio tiene que consistir en un gobierno nuevo, moderno y democrático.

La decisión está en el aire. El dinamismo de las organizaciones cívicas, cada vez más numerosas, es para despertar la acción electoral efectiva de cada ciudadano para enderezar el rumbo nacional. La prenda es alta.

El desenlace de la coyuntura actual depende de los ciudadanos que en realidad sienten tener algo que ganar o perder con el profundo cambio político que hay que impulsar. Sin ese convencimiento las elecciones en puerta pasarán de noche.

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Escrito en: momento, gobierno, presidente, poder

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