EDITORIAL

El costoso sueño americano

Yohan Uribe Jiménez

Lo único que logró la inhumana política migratoria estadounidense fue enriquecer a los traficantes de personas. A mayor dificultad para cruzar el territorio mexicano, más costoso le resulta a un extranjero vivir el sueño americano. Y como si el delito tuviera kilometraje, entre más alejado el país de origen del que proviene el migrante, más alto es el costo de su paso por nuestro país. Esto sin contar las vejaciones, torturas y suplicios que tienen que padecer tanto de sus coyotes como de las autoridades de los tres niveles de gobierno, quienes han hecho de la migración una de las crisis de nuestra época, la que por cierto muchos siguen sin querer ver.

Lo tienen claro. Saben que la nueva migra (border patrol) de los Estados Unidos se ve como ellos, habla como ellos y vive como ellos. Son mexicanos haciendo cumplir los acuerdos con el gobierno norteamericano, quien ha hecho de México su filtro migratorio, mientras unos cuantos delincuentes dedicados al tráfico de indocumentados se llenan las bolsas de dinero. Según cuenta un grupo de migrantes venezolanos, el inicio del sueño americano que antes les costaba tres mil dólares, ahora les sale en siete mil. Los riesgos han aumentado y la posibilidad de morir a manos de la delincuencia o el gobierno ha convertido este tránsito casi en una sentencia anticipada.

Tres centroamericanos me dicen que los trenes que antes se usaban para llegar a la frontera ya no son seguros. Miembros del crimen organizado los acechan, no para robarles el poco dinero que puedan llevar, sino para reclutarlos a la fuerza u obligarlos a trabajar en todo tipo de giros comerciales, desde cantinas, oficios domésticos, hasta cultivos. Converso con ellos en el sector sur oriente de Torreón y no dejan de pensar en que cada día les falta menos para cruzar la frontera y estar a salvo. Al menos de la violencia, el olvido o la posibilidad de morir en un centro migratorio, como sucedió hace pocas semanas en Ciudad Juárez.

Reconocen la generosidad de los mexicanos. Les han dado comida, ropa, zapatos, medicinas y hasta dinero durante un vía crucis de 28 días. Han recibido consejos, bendiciones y muchas noches han logrado dormir bajo techo, en diferentes iglesias y sedes de organizaciones dedicadas a proteger a los migrantes que huyen de su país por necesidad. Algunos saben que se encuentran en la ciudad que alguna vez tomó Villa y sus revolucionarios. A diferencia de quienes la habitamos, bendicen el calor porque saben lo que es migrar con frío.

Aunque también han padecido el dolor de policías municipales, estatales y federales en todos los estados que han cruzado. Los han golpeado, extorsionado e intentado regresar a la frontera sur. Casi siempre alguna mano santa los ha salvado. Por eso no reniegan de México. En todas partes hay gente buena y gente mala, por lo general la mala es la que tiene placa y uniforme, dicen. Esperan llegar a Juárez, les han dicho que el cruce por Chihuahua es más seguro y barato.

Memorizan el número de algún familiar que los espera en suelo americano, quien pagará al traficante cuando este los lleve hasta la puerta de su casa. Ahora los buscan, negocian y acuerdan a través de Facebook, ya no se necesita el contacto de alguien. Los coyotes ahora tienen redes sociales y en estas comparten incluso testimonios de migrantes que ahora padecen las felices 18 horas diarias laborales del tan anhelado sueño americano. Y aun cuando Estados Unidos tiene drones, policías élite, inteligencia y grandes agencias, allá parece que este otro tipo de carteles tampoco existe.

El drama es distinto, más intenso según el grupo con el que conversas, cuando llevan niños duele más. Indigna. Cuestionas a los gobiernos de sus países por arrojar a sus ciudadanos a la muerte. Los niños juegan, muestran aún con inocencia los juguetes que les regalaron durante su paso por Torreón, porque claro que necesitan comida, y ropa, y zapatos, pero los buenos laguneros supieron que los niños también necesitan juguetes e intentaron alegrarles el día.

Un video muestra cómo los persigue en nuestra ciudad una patrulla de agentes del Instituto Nacional de Migración. Como si no tuvieran nada mejor que hacer. En un país cuya economía depende en gran medida de las remesas de sus migrantes, aún existen agentes del INM que consideran delincuentes a quien huye de la violencia, la pobreza, la necesidad. Les aclaro que ellos no son México, en todo caso funcionarios públicos, lo tienen claro porque han recibido la generosidad de muchos.

Si pensamos que el drama migratorio es otro de esos temas que podemos ignorar por la fortuna de no tener que sufrirlo, no solo padecemos de falta de empatía, sino que somos parte del problema. Normalizar el fenómeno en lugar de humanizarlo, es tan condenable como la política gringa de cero tolerancia a la migración ilegal. Política del gobierno de un país que logró las bases de su riqueza precisamente gracias a la migración. Duele, sí. Y que bueno.

@uyohan

Escrito en: país, sueño, tienen, quien

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