México

Entrevista Pancho Villa

La entrevista a Pancho Villa de hace 100 años

'La incultura es una de las desgracias más grandes de mi raza', afirmó

No era el único que se quedó con tan buena impresión del general Ángeles. (EL UNIVERSAL)

No era el único que se quedó con tan buena impresión del general Ángeles. (EL UNIVERSAL)

EL UNIVERSAL

El 12 de junio de 1922 EL UNIVERSAL publicó la primera de siete partes de una entrevista exclusiva con Doroteo Arango "Francisco Villa", quien hasta pocos años atrás había liderado a la División del Norte durante los conflictos armados de la Revolución Mexicana.

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Controvertido como pocas personalidades de su época, tras una negativa inicial consintió dar la entrevista para permitir que el público general -"mi raza", como él decía-, accediera a información como su día a día, sus ocupaciones después de la guerra y sus opiniones de sucesos del momento.

Esto quizá se vio motivado por el hecho de que el "Centauro del Norte" estaba consciente de su reputación en la capital. En sus propias palabras "Yo sé que en [la ciudad de] México Francisco Villa es un bandido. Para aquellos lugares, yo soy un hombre malo".

A cien años de esta entrevista, obra del célebre periodista de la vieja guardia de este diario, Regino Hernández Llergo, recordamos un dato curioso por cada uno de los 7 días que el periodista, su compañero fotógrafo y una acompañante inesperada pasaron en la hacienda de Villa.

Emilia, la mujer con pantalones

"Tengo una amiga que se llama Emilia. Guapa. Con más pantalones que yo y que usted, y que diez más iguales a usted y a mí", así presentó Hernández Llergo a la mujer que decidió anexarse al viaje a Canutillo para conocer al general Villa.

Hay poca información acerca del contexto del que provenía, a qué se dedicaba o qué fue de ella tras el viaje con Regino y Fernando. Lo que sí sabemos, es la peculiar descripción que el reportero le hizo en estas páginas:

"Amiga de las aventuras, enamorada ciega del peligro. ¿Qué es preciso volar con dinamita los puestos de fritangas? ¡Allí está Emilia! ¿Qué un cafre de chofer se echó sobre los transeúntes? ¡A Emilia, camaradas, a Emilia!".

Más allá de eso, sólo se mencionó que se encargaba de "vengar agravios" de la misma forma en que lo habría hecho Don Quijote, pero "con más calzones que Don Quijote". Ante tan arriesgadas afirmaciones, el autor del reportaje daba su palabra de decir la verdad.

Aunque puede sonar como una exageración o como sátira del periodismo de un siglo atrás, en el resto de las apariciones de Emilia en el relato de la visita a Francisco Villa, queda claro que determinación era algo que le sobraba.

Interactuar con Emilia era tan memorable para Regino que decidió comenzar la primera entrega de la entrevista más aclamada de su trayectoria narrando la escena en que ella le dijo "Quiero ver a Villa…", un día antes de emprender el viaje.

No es de sorprender, con las condiciones de la igualdad de género por aquel entonces, que Hernández Llergo se convenció a sí mismo de que todo era una broma, pero Emilia lo sorprendió la mañana siguiente al aparecer ya lista para el viaje, boleto en mano, en el mismo tren que Regino tomaría para ir a Parral, Chihuahua.

Para no dejar al lector con curiosidad acerca de Emilia, Regino reveló desde esa misma primera entrega de la entrevista que "me acompañó por todas partes y conoció a Villa".

"Una mirada espantosa"

El punto más contundente de la entrega del 12 de junio fue la sorpresa de que el general Villa se encontraba en su casa de Parral, y que podían verlo a la brevedad, mediante la ayuda del amigo del caudillo, coronel Félix Lara.

Si bien contaban con cartas de recomendación y la mejor disposición, los rumores sobre la "salvaje" y a veces agresiva personalidad de Pancho Villa tenía preocupados a los enviados de este diario, de modo que preguntaron al coronel Lara qué opinaba el general de los periodistas.

"Pues oigan ustedes, les hablaré con franqueza, el general Villa no quiere a los periodistas…".

Lara aclaró que su intención no era asustarlos, pero que consideraba su deber ser honesto al responder. A pesar de ello, sólo Emilia se mostró despreocupada cuando llegaron a la casa del general, en las afueras de Parral, vigilada por ex "Dorados" de su escolta personal.

Al recibirlos, Villa, alegre, saludó a Lara, pero su semblante cambió en un parpadeo cuando vio a sus acompañantes esperando en el carro en que llegaron. "Frunció el ceño y nos clavó la mirada: una mirada penetrante, fuerte, espantosa", comentó Regino.

Antes de siquiera dirigirles una palabra, Villa se retiró sólo con Lara, quien se esforzó por una hora en convencerlo de acceder a la entrevista. De ese modo, la primera entrega concluyó con el momento en que el coronel Lara les informó "Vengan, señores. El general Villa les espera". En la segunda entrega entérese de más detalles de esta interesante plática.

La caballerosidad del general Francisco Villa: 100 años de la entrevista exclusiva (parte 2 de 7)

EL UNIVERSAL continúa con el 100 aniversario de la exclusiva entrevista acerca de la vida postrevolucionaria de Doroteo Arango, quien para 1922 vivía como campesino en la hacienda que el gobierno le otorgó.

El joven, pero experto, reportero Regino Hernández Llergo, el fotógrafo Fernando Sosa, y la aventurera Emilia, coincidieron por una fortuita casualidad con Villa en Parral, Chihuahua. Al encontrarse con él, sin embargo, su frialdad hacia los periodistas y los rumores acerca del temperamento del "Centauro del Norte" hicieron mella en el ánimo de los enviados de este diario.

La única condición es que digan la verdad

"Vengan, señores. Les espera el general Villa". Así anunció el coronel Félix Lara a reportero y fotógrafo quienes por fin tendrían la atención de Francisco Villa, tras una hora de espera bajo la vigilancia de los ex "Dorados".

Pasaron al interior del patio de la casa del general en Parral, Chihuahua, y tomaron asiento los cuatro. El propio Villa fue el primero en romper el silencio.

"Pues aquí el coronel ya me dijo que ustedes son periodistas…", dijo.

Como para salvar el día, de nuevo, Lara intervino compartiendo con Regino y Sosa que sus argumentos para convencer al caudillo habían sido el interés nacional en las averiguaciones que se hicieran para EL UNIVERSAL, así como en los "patrióticos" beneficios del trabajo cotidiano de Villa y su gente en la hacienda de Durango.

Regino confirmó las razones de Lara, mientras que Sosa permanecía mudo, como espantado.

Entonces, Villa explicó que desde su llegada a Canutillo dos años atrás, se abstenía de recibir periodistas "porque ellos nunca dicen la verdad", pero que haría una excepción por la recomendación de su amigo Félix.

Pese a que los recibiría ahí en Parral o en Durango, por el tiempo que quisieran, aclaró que pondría una condición: que dijeran la verdad, sin importar que a él lo beneficiaran o perjudicaran. Sus palabras exactas fueron:

"Como jóvenes que son, como gente más culta que yo, como mexicanos, hermanos de mi raza y de mi sangre, digan la verdad… Yo quiero que ustedes obren de buena fe".

A final de cuentas aclaró que, en su opinión, la prensa difundía mentiras sobre su persona, llamándolo bandido. No dudó en revelar que este diario fue el que más le perjudicó: "Durante la Revolución EL UNIVERSAL me hizo mucho la guerra".

Hecho el acuerdo, Villa les dio indicaciones para esperar un automóvil dos días después, en un poblado al que podían llegar en tren, que los llevaría directo a la hacienda de Canutillo.

Aunque accidentado, el viaje de más de una hora en "lo que había sido un Ford" ("la Cucaracha", como le llamaban al carro de correos) valió la pena cuando, a las ocho y media de la noche de un martes de mayo, el general los recibió en su casa.

La caballerosidad del general Villa

En una noche "oscura como boca de lobo", tres figuras se acercaron a los viajeros. Eran tres ex "Dorados" de la escolta personal de Doroteo Arango enviados para ayudarles con el equipaje y mostrar el camino a la oficina del coronel Trillo, quien ya los esperaba.

Tras una breve recepción, una puerta se abrió y la luz del interior de la casa dejó ver la sombra del general Villa, que de inmediato preguntó "¡Trillito! ¿Quiénes llegaron?".

"Son los señores de México, los periodistas", informó su coronel, y Villa procedió a saludarlos, no sin extrañarse por la presencia de Emilia, con cuya llegada no había contado al inicio.

"¿Y esta señorita?", preguntó. Regino le explicó que era una amiga que venía con ellos porque quería conocerle.

Para el asombro del reportero, contrario a los rumores del bárbaro carácter del caudillo, el general saludó a Emilia presentándose de forma cortés, no sin una ligera inclinación: "Francisco Villa… Servidor de usted."

Acto seguido, Villa los condujo a un comedor para que sus huéspedes cenaran, y de nuevo sorprendió con sus modales a Regino, pues sin titubear les acomodó la banca en que se sentarían a la mesa.

Hernández Llergo fue sincero con su incredulidad, pues este diario registra que "después de tanto susto, de tantas cosas que les dijeron en el camino", se preguntaba si ese hombre "tan amable, tan caballeroso, tan correcto con Emilia" era el "temible" general Villa.

Podría resumirse la impresión de Regino sobre la hospitalidad de Villa en su expresión "¡Pero si éste -dentro de su rusticidad- es todo un caballero!".

Consciente de que, una vez publicadas, estas afirmaciones tendrían un impacto agitado en el resto del país, el periodista dejó claro que él sólo podía hablar del hombre que conoció en persona en la hacienda duranguense.

Agregó que no era quién para juzgar los actos del guerrillero como revolucionario y desligó la entrevista presentada de los eventos ocurridos en años pasados.

Así, la cena de sopa, huevos, carne y frijoles se desarrolló con apetito por parte de los invitados y con las usuales preguntas de todo anfitrión: "¿Cómo les fue de viaje? Cuéntenme muchachos".

Aunque respondieron que todo había estado bien, Villa preguntó en qué los habían traído, y Regino tuvo que ser sincero. Pese a temer perjudicar a alguien con su respuesta, el joven le dijo que llegaron en el carro del correo local.

Al entender que se trataba de "la Cucaracha", Villa se extrañó de que su gente no mandara su Dodge, y exclamó "¡Pero válganme los santos -si es que hay santos-, han de haber llegado muy estropeados, muchachos! ¡Lo que ha de haber sufrido la señorita…!".

"Nada, general. Hemos viajado a gusto", contestó Emilia, animándose a participar en la plática.

La cena terminó con café, leche y pan recién horneado, aunque al salir del comedor, camino a la habitación que les apartó, Villa ordenó a un muchacho para el día siguiente: "maten un animalito, para que coman los señores", pues todo en Canutillo era producto local.

La recámara en cuestión resultó ser de los hijos de Villa, Agustín y Octavio, "por eso la ven un poco desordenada", explicó, para luego decirles que, aunque todos en la hacienda despertaban a las cuatro de la mañana, ellos despertaran cuando quisieran.

Antes de dormir, aún sin apagar la luz eléctrica, se abrió la puerta y apareció de nuevo Pancho Villa "con una gran piel de tigre en la mano" y se la entregó al joven reportero, con el argumento de que les llevaba esa "pielecita" para que no pusieran los pies en el suelo, porque estaba muy frío.

Tras cerrar la puerta, para dar por terminado el día, les dijo "A la hora que se paren mañana, me buscan donde esté, para echar la platicada". Así concluyó Hernández Llergo la segunda entrega de la entrevista con Doroteo Arango en Canutillo. Siga con la tercera entrega de este encuentro.

"Los políticos me tienen miedo… Yo tengo mucho pueblo": Francisco Villa, 100 años de la entrevista (parte 3 de 7)

Después de recordar el inesperado recibimiento en casa de Francisco Villa, continúa el aniversario de la exclusiva entrevista que concedió a EL UNIVERSAL, presentada una semana como ésta, pero hace cien años por el reportero Regino Hernández Llergo, tras visitar la hacienda de Canutillo, Durango.

Emilia, la "vengadora de agravios", se acomodó para dormir tras las últimas palabras de Villa, mientras que Regino y el fotógrafo Fernando Sosa fumaron un rato antes de descansar, no sin observar las pruebas de que en efecto se hospedaban en la recámara de los hijos del general: ropa juvenil, libros escolares y cuadernos.

En su primera mañana en la hacienda, Regino y Sosa vieron desde temprano a la mayoría de los locales ya concentrados en sus respectivas actividades. En vista de que Villa les insistió que lo buscaran a cualquier hora que despertaran, recorrieron Canutillo en busca de él.

De pueblo en ruinas a funcional hacienda

En el camino vieron la casa de los obreros, una iglesia en ruinas, un nuevo edificio de correo y telégrafo, una calle en construcción flanqueada por casas, una huerta que ya florecía y un cobertizo lleno de distintas máquinas agrícolas.

Encontraron al guerrillero retirado trabajando en la reparación de una máquina trilladora, quien al saber de su presencia se les unió para "echar la platicada".

El primer tema fue la razón de la presencia del revolucionario en Canutillo, que explicó se debía a que "Fito" (como llamaba el general al expresidente Adolfo de la Huerta) se aseguró de que Villa se instalara, de forma pacífica, en una propiedad otorgada por su gobierno.

Según los argumentos del propio caudillo, él aceptó porque su intención era trabajar, sin importar si era en Chihuahua o Durango, para no "seguir derramando sangre de mis hermanos de raza". Tanto los periodistas como Villa permanecieron varios minutos en silencio tras dichas afirmaciones.

Más adelante, al dar de nuevo con lo que el general llamó "oficinas públicas" de correo y telégrafo, resaltó que el gobierno no había aportado "ni un centavo" para levantar esos espacios, sino que incluso las casas necesitaban tanto piso como techo cuando llegó. Sostuvo que él, en cambio, pagaría de su bolsillo el costo de las líneas telefónica y telegráfica.

Cuando menos lo esperen, habrá candidatura

Regino y Sosa fueron atentos con todos estos detalles, como periodistas profesionales que eran, pero no contaban con escuchar revelaciones que los dejaran atónitos desde el primer día de la semana que pasarían con Villa.

Pese a sus propias condiciones de no hablar de política, el "Centauro del Norte" abordó el tema en más de una ocasión, sin que sus huéspedes lo pidieran. El primer comentario de este tipo fue sobre su presunta intención de lanzarse como candidato para ser gobernador de Durango.

Refirió en que tanto a nivel República como a nivel estado, sus simpatizantes le pedían permiso para hacer campaña en su favor, pero que no accedería en tanto Álvaro Obregón ocupara el cargo de presidente, luego de haber dado su palabra de abstenerse de incursionar en la política durante el mandato obregonista.

Al mismo tiempo reconoció que una vez cumplida su promesa, "sería otra cosa". Agregó, para dejar claro el buen partido que tenía: "¡Yo tengo mucho pueblo, señor! Mi raza me quiere mucho; yo tengo amigos en todas las capas sociales, ricos, pobres, cultos, ignorantes…".

Pueblo, estos políticos sólo hablan y roban

Dicho eso, presumió de sus hábitos de trabajar en el campo desde las 3 de la mañana con su gente, para entonces compararse con los que llamaba "políticos de petate", sobre quienes advertía "Pueblo, estos no te hacen ningún bien, sólo hablan y te roban tu dinero".

"Por eso me temen los políticos… me tienen miedo porque saben que el día que yo me lance a la lucha, ¡uh, señor!… ¡los aplastaría!", sentenció.

Algunos expertos quizá estarían de acuerdo, pues se cree que su asesinato un año después, podría haber sido instigado por Obregón y Calles para evitar que apoyara la candidatura de Adolfo de la Huerta como sucesor de Obregón. En la cuarta entrega, un fragmento más de esta entrevista exclusiva.

Pancho Villa facilitó el escape de Álvaro Obregón y tenía en primerísimo lugar la educación: 100 años de la entrevista (parte 4 de 7)

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El centenario de la entrevista exclusiva que Doroteo Arango dio para EL UNIVERSAL continúa con más declaraciones polémicas en su cuarta entrega, esta vez porque el general reveló pormenores de su relación con Álvaro Obregón.

Mientras los enviados de este diario tomaban café con el guerrillero en su retiro, allá en la hacienda de Canutillo, Durango, el reportero Regino Hernández Llergo se arriesgó a hablar acerca de los rumores en la capital sobre que Villa se levantaría en armas de nuevo.

"No es cierto, naturalmente… ¿Qué dice usted?", preguntó Regino.

"Que esa es labor de mis enemigos", contestó el general. Agregó que él estaba al tanto de que "los políticos de petate" difundieron esas en la Ciudad de México, pero afirmó que el propio Obregón les habría respondido "¡Déjense de chismes, porque yo al general Villa lo conozco mejor que ustedes!".

Para darles un ejemplo del trato que tenían entre sí, Pancho Villa mencionó que Obregón le habría regalado dos ametralladoras en fechas recientes.

Aunque no explicó al periodista cómo estaba al tanto de esas palabras que atribuía al entonces presidente de la República, sí ofreció una anécdota que explicaría las "consideraciones" que reconoció de parte del sonorense.

Señaló que "en cierta ocasión" Obregón cayó preso del ejército villista, cuyos generales no llegaban a un acuerdo acerca del futuro de tan importante prisionero, pues al menos dos de ellos "pedían, casi exigían" fusilarlo a la brevedad.

A su vez, villistas como el general Felipe Ángeles sostenían que el mejor curso de acción sería no sólo perdonarle la vida, sino además ponerlo en libertad para evitar que fuera asesinado.

"Y claro, yo tenía que ponerme del lado de la gente culta que andaba conmigo", argumentó Villa, en referencia a su difunto amigo Felipe Ángeles. Así, explicó que, para lidiar con los partidarios del fusilamiento, se envió a uno en una comisión lejana y al otro lo emborrachó con gente de su confianza.

Ya entrada la noche, según declaró Villa, visitó a Obregón en su "calabozo" y le dijo "General, no tenga miedo, que no vamos a hacerle nada", para después facilitarle salir de Chihuahua.

La Escuela "Felipe Ángeles", de lo mejor

Después de escuchar esta narración, Hernández Llergo y el fotógrafo Fernando Sosa visitaron la Escuela Oficial "Felipe Ángeles". Se trataba de cuatro hileras de habitaciones "bien ventiladas, higiénicas" alrededor de un patio cuadrado, de las que seis eran salones: tres para niñas y tres para niños.

Parte del edificio servía como recámaras para los profesores, pero cuando pidieron permiso al general para tomar fotos, éste se negó:

"Déjenme primero pedirles licencia a los profesores, yo los respeto mucho y no quiero meterme en asuntos de la Escuela, sin el consentimiento de ellos", dijo Villa.

Momentos después, el director Jesús Coello y los demás profesores fueron tan accesibles que salieron con sus estudiantes y los formaron en tres filas para una fotografía, además de acompañar el recorrido por las instalaciones, que transcurrió durante el receso.

Acerca de las condiciones en que vio los salones de clase, Regino comentó:

"Estos están arreglados, como lo puede estar el mejor de la República. Cuadros explicativos correspondientes a las materias de cada curso, pizarras, ábacos, elegantes pupitres, libreros, mesas, todo lo necesario para tener un buen aprovechamiento".

Primero los maestros, luego los generales

Quizá una de las pocas frases de Francisco Villa que resultan célebres en la cultura popular es su opinión de la educación, en beneficio de la guerra. Pocas veces se menciona, sin embargo, que fue esta entrevista la que le dio difusión a esas palabras.

El general abordó el tema de la educación en México al decir "La incultura es una de las desgracias más grandes de mi raza". Fue por esa preocupación que, cuando llegó a Canutillo, ordenó que se construyera en primer lugar la escuela, "para dejarle algo definitivo a mi raza".

Sería interesante descubrir si Villa logró el otro objetivo que tenía con asegurar la educación de la población de la hacienda, de dejar huella en las vidas del estudiantado, pues agregó que "así, cuando yo muera, estos ciento veinte muchachos que ahora estudian aquí, cuando sean grandes y gente ilustrada, tendrán un buen recuerdo de Francisco Villa…".

Según las palabras de Regino, el caudillo habló "con intensa emoción" cuando les dijo que la educación no debería pasar inadvertida ni para gobernantes ni para ciudadanos, en especial cuando "nunca al problema educativo se le ha dado toda la atención necesaria".

Expuso que con frecuencia leía en la prensa que los educadores se morían de hambre en aquel entonces, debido a que no se les pagaba, mientras que "muchos soldaditos de plomo" vivían del presupuesto. Sin dudarlo, el general Villa resaltó sus acciones en la materia:

"Yo, señor, ya ve usted, cómo he logrado que los alumnos y los profesores estén contentos en Canutillo: a los chamacos proporcionándoles todo lo necesario para que se instruyan; a los maestros, respetándolos como yo los respeto, y pagándoles con puntualidad… Yo prefiero pagar primero a un maestro y después a un general… ¡Todo, señor, se puede hacer cuando se tiene voluntad y se preocupa uno un poco por sus hermanos de raza!".

En la quinta entrega, un fragmento más de esta entrevista exclusiva de 1922.

"Al general Felipe Ángeles debo gran parte de mis conocimientos militares": 100 años de la entrevista con Pancho Villa (parte 5 de 7)

Esta quinta entrega por el 100 aniversario de la entrevista de Francisco Villa para EL UNIVERSAL inicia con un fragmento de las palabras de estima y afecto con que el revolucionario recordó a su difunto amigo, un personaje cuyo nombre se ha escuchado mucho este 2022: el general Felipe Ángeles.

Como ya era usual para los huéspedes de la hacienda de Canutillo, la cena transcurría una vez más en plática con el general Villa, quien de nuevo hablaba orgulloso de sus cualidades: "Yo, señores, soy un soldado de verdad. Yo puedo movilizar cuarenta mil hombres en cuarenta minutos".

Nuestro reportero, Regino Hernández Llergo, no ocultó su asombro, y Villa le hizo saber que comprendía que semejante declaración eran "palabras mayores". Explicó que, pese a saber que no era un "hombre culto", sí contaba con otro atributo: "…pero tengo inteligencia, una inteligencia dotada por la Naturaleza".

Regino comentó que el poeta peruano José Santos Chocano, también diplomático y revolucionario, afirmó alguna vez que Villa era "como una buena mezcla de Bolívar y Napoleón", referentes que servían como base para que el periodista reconociera que era un "genio" en temas bélicos.

Por su parte, el duranguense tomaba sus antecedentes militares como sustento, pues precisó que lo que decía ya lo había hecho, habiendo tenido a su mando hasta 60 mil hombres, durante la Revolución.

En esa conversación se mencionó como ejemplo la organización de las fuerzas villistas en su entrada a la Ciudad de México en diciembre de 1914. "¡Y eso que sólo eran 23,000 hombres!", agregó Villa.

El único punto en que el caudillo dejó de atribuir méritos a su persona llegó al mencionarse al extinto general Felipe Ángeles, revolucionario maderista y "un hombre a quien yo quise mucho", como confesó el propio Villa.

"Pero toda esa buena organización se la debí al general Ángeles, una gloria de mi raza, un hombre muy bueno a quien debo gran parte de mis conocimientos militares."

Los "conmovidos" elogios de Villa a Felipe Ángeles continuaron hasta que le mostró a Regino y al fotógrafo Fernando Sosa el busto de bronce que mandó a hacer, con el rostro de su amigo. Pesaba una tonelada y le costó 5 mil pesos de entonces.

El general Felipe Ángeles en la memoria chihuahuense

Pancho Villa no era el único que se quedó con tan buena impresión del general Ángeles, esto lo comprobó Regino días después, tras terminar su estadía en Canutillo. Como buen periodista, el enviado de EL UNIVERSAL investigó más a fondo el aprecio que vio de parte de la población en Chihuahua para el militar caído.

Felipe Ángeles fue un general hidalguense, se destacó en artillería y se proclamó partidario y amigo de Francisco I. Madero, hasta el final. Al respecto, Hernández Llergo averiguó que justo en Chihuahua podía visitar la casa donde más tarde el pueblo veló su cadáver, tres años antes de esta entrevista.

En noviembre 1919, cuando intentó luchar contra el gobierno de Carranza, Felipe Ángeles fue entregado por el mayor Félix Salas, de entre sus propias filas. En el sitio web del nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles se dice que presuntamente el entonces presidente Venustiano Carranza habría ordenado su asesinato.

En efecto, en su momento como hasta este jueves, resalta la radical postura del Consejo de Guerra que se le aplicó en el Teatro de los Héroes, Chihuahua, con todo y las numerosas peticiones de civiles, locales y del resto de la República, que abogaban por su perdón.

Hubo quienes llegaron al grado de expresar que le debían la vida, pues sin su buena influencia Francisco Villa habría tomado más vidas durante la Revolución. Pero fue en vano. Se le acusó de rebeldía militar y se le condenó a la pena capital: morir ejecutado por fusilamiento.

Baste decir que la misma mañana que EL UNIVERSAL publicaba en la Ciudad de México que se había suspendido su ejecución, en Chihuahua a primera hora lo llevaron al paredón, donde él mismo dio la orden de fuego a sus verdugos.

Fue la casa de la familia Revilla donde amigos y simpatizantes velaron el cuerpo de Ángeles. La señora Revilla explicó que ella y sus dos hijas habían sido amigas de la esposa del hidalguense, de modo que durante los días del proceso penal ellas le llevaron comida.

Afirmó que además de mostrarse valiente, empatizó con quienes lamentaban que se le dictara la máxima pena. "No lloren, muchachas, que estas son cosas del Destino", les decía a las hijas de Revilla.

De acuerdo con la entrevistada, aunque se había dispuesto que la ejecución tomara lugar en un cerro cercano, las autoridades temieron que el pueblo se amotinara para lograr el escape con vida de Felipe Ángeles, por lo que determinaron fusilarlo en el cuartel donde lo tenían preso.

Antes de morir, encomendó al mayor José Cordero darle un abrazo a cada alumno del Colegio Militar que encontrara. Revilla mencionó que dos de los soldados, tras abrir fuego, "lloraron como chiquillos". No era para menos: al general lo precedía su fama como profesor de varias generaciones de cadetes.

Villa fue el primero en llamar tirano a Carranza

Debido a las actividades de Villa, que procuraba nunca dejar de supervisar el trabajo en Canutillo, Regino, Sosa y la aventurera Emilia tuvieron algunos ratos de ocio. Ya fuera dormir como Sosa, o como Emilia, jugar con el hijo menor de Villa y conversar con su esposa Betita de la moda parisina.

El quinto día de la semana que pasaron en Canutillo, el general tuvo que ausentarse además por una enfermedad con síntomas de catarro. Cuando se reunió con sus invitados a la hora de la comida, él mismo propuso el tema.

"¿Quién creen ustedes que fue el primero en decir que Carranza era un tirano?", les preguntó, pero ninguno de los tres recordaba algo al respecto.

Tras decirles, satisfecho, que el crédito era suyo, les compartió una anécdota sobre Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, que en conversación coincidieron en que Carranza era un tirano, con el detalle de que "Fito" le atribuyó a Villa ser el primero en expresarlo. Esta revelación dio lugar a otra anécdota del "Centauro del Norte":

"Cuando yo estaba luchando al lado de él, mientras veníamos derramando sangre de hermanos por delante, Carranza se venía banqueteando en las ciudades que nosotros íbamos tomando".

Según declaró Francisco Villa, esto sucedió por igual en las ciudades de Torreón, Juárez y Chihuahua, pero en la última ocurrió algo más. Villa asistió al banquete en esa ocasión, y luego de que varios de los presentes ofrecieran algunas palabras sobre la patria, Hidalgo y Juárez, se propuso que también el general Villa hablara.

Presionado también por Carranza, Doroteo Arango dijo: "Brindo esta copa porque pronto sea un hecho el triunfo de la causa por la que hemos derramado tanta sangre de hermanos, y quiero decir que esa sangre de hermanos se está derramando por el triunfo de un ideal, y no por el triunfo de un hombre. He dicho".

Según agregó, en ese momento Carranza lo miró enojado y respondió "Ya lo sé".

Villa estuvo de acuerdo en que se considerara esa ocasión como su ruptura con Carranza, de quien comentó que "era un hombre que aventaba a todo aquel que no quisiera sujetarse a su voluntad […] Cuando quería hacer algo, aunque le mostraran su error él no hacía caso de nadie y seguía hasta el fin".

Aunque el guerrillero atribuyó la muerte del constituyente a esas cualidades, al momento siguiente "como arrepentido" indicó que, si bien no era su intención hablar mal de su "raza", a la vez confesó "creo que mi opinión sobre don Venustiano es justa".

En la sexta parte, un penúltimo fragmento de esta entrevista exclusiva en su centenario.

"La agricultura es la vida de muchos pueblos, y en México la tenemos abandonada…": 100 años de la entrevista a Villa (parte 6 de 7)

Al amanecer del sexto día de los enviados de EL UNIVERSAL a la hacienda de Francisco Villa, el almuerzo con el general transcurrió sin ninguna "platicada" de importancia, a juicio del reportero Regino Hernández Llergo, pero al terminar los alimentos dieron un paseo por los campos locales, cuyo cultivo supervisaba el guerrillero de Durango.

Regino comentó que el general no dudaba en tomar una rama del suelo para corretear a los jóvenes pollos que criaban en la hacienda, con tal de facilitar que sus tres huéspedes vieran el buen estado de las aves.

Más adelante, Villa escarbó el suelo bajo una planta con sus manos, hasta que fue posible ver "una hermosa papa", en palabras de Hernández Llergo. No conforme con señalarles toda la superficie sembrada de papas, continuó con una explicación de la forma de trabajar y cuidar esos cultivos.

Fue Emilia "la vengadora de agravios" la primera en responder a la explicación, sin disimular su sorpresa: "¡Entonces no es tan fácil cultivarla, general!".

"No es muy fácil, señorita, pero lo más difícil de cultivar es el cacahuate. Hay que regarlo mucho, desde que comienza a nacer, desyerbarlo varias veces, y tener mucho cuidado con él, para que no se pierda", agregó Villa.

La química entre Emilia y Pancho Villa fluyó tan bien que, en esa hora, el caudillo les dio "una verdadera conferencia" sobre la producción y rendimientos del cacahuate, todo a petición de "la aventurera", según relató Regino.

Esto dio pie a las reflexiones de Villa sobre la agricultura: "¡Ah, señor! La agricultura es muy bonita. La agricultura es la vida de muchos pueblos, y en México la tenemos abandonada… Mi raza debería preocuparse más por esta clase de trabajos."

El caudillo apuntó que la tierra es la que produce insumos esenciales para el país, como el maíz, el frijol, el trigo o la papa. Por estas cualidades del trabajo de la tierra es que afirmó "Yo soy agricultor, buen agricultor, conozco los secretos de la agricultura y sé que es la salvación de los pueblos."

Quizá en ciertos contextos, en círculos privilegiados, declaraciones así tendrían poco peso o atención. Sin embargo, hay que recordar que la Revolución arrancó en México precisamente por cuestiones como la explotación agraria de grandes dimensiones que beneficiaba a minorías de élite, en perjuicio económico y alimenticio de la población.

La biblioteca personal de Pancho Villa

Villa aprovechó la plática de sus conocimientos de agricultura para comentarle orgulloso a Regino: "Yo sé de todo, señor. Lo único que me faltó fue cultura. Pero todas las noches, desde que estoy en Canutillo, estudio unas cuantas horas".

Hernández Llergo mencionó que, como esperando sorprenderlo, agregó "allá, en mi sala, tengo mi biblioteca". El reportero respondió "Hace usted muy bien, general".

Satisfecho, Villa lo invitó: "¡Venga pa que se la enseñe!". Salieron de la huerta en que se encontraban y al llegar a la sala Regino vio que, en efecto, se trataba de un pequeño espacio adecuado para actividades de lectura y estudio, con "un elegante librero lleno de numerosas obras interesantes".

Conforme el enviado de este diario leía los títulos, el guerrillero hacía breves comentarios. " El tesoro de la juventud...", empezó Regino. "¡Ah! Eso estoy leyendo ahora, ¡qué bonita obra! Ahí está la evolución del mundo, amigo", mencionó Villa al instante.

Sería difícil no estar de acuerdo en ese punto, pues El tesoro de la juventud es una enciclopedia para niños y jóvenes que hasta la fecha algunos nostálgicos valoran por el estilo de sus ilustraciones, por los expertos que participaron en su edición y por la información que contiene, muy completa para estándares de educación básica y secundaria del siglo XIX.

De acuerdo con el sitio web de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY), Doroteo Arango tendría unos 32 años cuando aprendió a leer y escribir, y desarrolló cierto interés por los libros. La web afirma que un año después, por las fechas de su asesinato, Villa se encontraba leyendo el tomo 7 de 14 que integran la serie.

En aquella colección también había un ejemplar de El cocinero moderno, que Pancho Villa sonriente comentó que pertenecía a su esposa "Betita".

Otras obras que llamaron la atención de nuestro reportero fueron Las maravillas del año 2000, del italiano Emilio Salgari, en la que los protagonistas toman una poción para dormir cien años y así conocer el tercer milenio; Pedagogía de Rébsamen, uno de los educadores más influyentes en el sistema educativo mexicano; Geografía de Schultz, geógrafo de origen alemán que llegó a ser rector de la UNAM.

Incluso, a pesar de la antipatía que Villa sentía hacia Estados Unidos, contaba con un ejemplar del Primer curso de inglés. Berlitz. Por supuesto, a la vez contaba con una Gramática castellana de Rafael Ángel de la Peña, diplomático y filólogo mexicano que trabajó como profesor decano de la Preparatoria Nacional y que fue miembro fundador de la Academia Mexicana de la Lengua.

Al terminar Regino, externó que los libros le resultaban muy interesantes, y Villa concluyó con la frase "Sí, amigo. Ya ve usted que Francisco Villa estudia".

"Yo no soy católico, ni protestante, ni ateo… Yo soy libre pensador": 100 años de la entrevista con Pancho Villa (parte 7 de 7)

Con la entrega de esta séptima parte llega a su fin la serie por el 100 aniversario de la entrevista exclusiva con Francisco Villa, que hace un siglo cerró con broche de oro al permitir conocer las posturas personales que tenía el guerrillero en retiro respecto a temas sociales que hasta este jueves no dejan de ser interesantes.

Tras cabalgar entre 5 y 10 kilómetros con Villa, nuestro reportero Regino Hernández Llergo y su compañero, el fotógrafo Fernando Sosa, conocieron los campos de trigo de la hacienda del norte de Durango. Si bien Regino confesó no entender "una palabra del asunto", por su parte Doroteo Arango se encontraba fascinado con el buen estado del trigal.

"Usted no es agricultor, amigo. Por eso no le da gusto esto", acertó el general. A lo largo del recorrido a caballo, jornaleros daban los buenos días a Villa, a lo que él respondía (con cariño, según Regino): "Buenos te los dé Dios, hijo".

El acceso a la información, crucial en la política

Con la intención de no dejar pasar la oportunidad para otra "platicada" con su anfitrión, Regino decidió preguntar abiertamente la opinión del caudillo acerca del "Concurso de Exploración Nacional", que este diario llevó a cabo en aquellos meses de 1922.

Se trataba de lo que en la actualidad llamaríamos una encuesta a nivel nacional, para la cual EL UNIVERSAL invitó al público a votar y compartir opiniones acerca de una pregunta que entonces, como este jueves, concierne a todo el país: "¿cuál es el mexicano que merece ser presidente de la República?".

Semana con semana se publicaban avances del conteo de votos y algunas opiniones que los lectores enviaban como cartas.

Reacio en un inicio a opinar de tan polémico tema, el general Villa terminó cediendo a la "terquedad" de Regino cuando éste le preguntó

qué pensaba del concurso. "Buena idea, sólo que no es muy práctica", respondió.

La razón de la desconfianza de Villa en tal estrategia era que, en su opinión, era muy difícil lograr "una exploración sincera". Explicó que, pese a estar conforme con la libertad con que el lector podía votar, "el ciudadano que vota allí se guía por lo que las prensas dicen de los hombres públicos, por lo que oye decir nada más, sin ponerse a pensar si efectivamente aquello que lee o que oye es cierto".

Continuó con más detalles: "Un mexicano vota por cualquiera, sólo porque le han dicho que es bueno, o porque él cree que lo es, sin saber los defectos que tiene su candidato, porque eso sí "¡no hay quien se lo diga, ni prensa donde lo lea!".

Quizá no estaría de más retomar parte de la idea. Tal vez las elecciones presidenciales de este 2024 tomarían un giro inesperado si los candidatos de cada partido hablaran abiertamente de sus defectos, en lugar de negarlos mediante una pomposa campaña mediática, o si el propio presidente tocara el tema al hablar de sus "corcholatas".

"Yo soy libre pensador": el respeto de Villa a las creencias

De vuelta en el corazón de la hacienda, el general y sus huéspedes visitaron la iglesia, o lo que quedaba de ella. Al menos en aquel mayo de 1922, el edificio funcionaba como expendio de víveres para los trabajadores y como almacén para recursos como gasolina o alimentos, puesto que Regino vio incluso "liebres recién abiertas".

Tan pronto entraron, el periodista se quitó el sombrero, pese a que ni Villa ni Sosa hicieron lo mismo. Como el gesto llamó la atención de Doroteo Arango, le preguntó:

"¿Qué es usted fanático, amigo?". A lo que Regino respondió "No, general. Fanático no, católico sí".

Sin necesidad de preguntar al respecto, Villa mismo explicó la situación del lugar: "Cuando caí en Canutillo pensé en reparar todo, menos la iglesia. La iglesia no la he tocado, pero tampoco la he destruido. Está como me la entregaron."

En entregas anteriores recordamos que en la hacienda se trabajaba en la construcción de casas para los obreros, de expendios de carne o en el trazado urbano, y que la prioridad, recién llegado el general, había sido la obra de la escuela "Felipe Ángeles", de modo que el estado ruinoso del edificio de culto fue un caso excepcional, por las creencias del "Centauro del Norte".

De nuevo por cuenta propia, el general agregó "Yo no soy católico, ni protestante, ni ateo… Yo soy libre pensador. Yo sólo creo en un poder sobrehumano, pero me gusta respetar todas las creencias. Lo mismo respeto al que es católico, como al que es protestante, como al que no tiene religión".

Es posible que estas palabras tengan un peso distinto este jueves en comparación con los años 20, pues hay que recordar que entonces el país estaba a pocos años de entrar en el conflicto civil armado que sacudió a México tras la Revolución: la Guerra Cristera.

Villa reiteró su posición al comentar que desde niño evitaba confesarse con los curas "porque sé que es un hombre de negocios como cualquier otro […] Un hombre como yo, ¡al que no le interesan mis intimidades!".

El general cerró el tema, más en broma que en serio, al decir entre risas que "¡sería fiel a una religión que no me hiciera tonto!". Al final, sentenció "el clero es una de las más grandes calamidades de mi raza, pero hay que respetar todas las creencias".

El adiós a Villa y Canutillo

Al día siguiente ya no hubo más "platicada", pues a Pancho Villa se le agravó un catarro al grado de dedicar su tiempo a "una curación en toda forma", de modo que se vio obligado a permanecer un total de tres días en cama.

Regino, Fernando y Emilia expresaron al coronel Trillo su deseo de regresar a México de modo que, como última atención, Villa ordenó que en breve se pusiera a disposición de los viajeros su automóvil Dodge.

A pesar de que el carro partiría a Parral a las 4 de la madrugada, el general, pálido, tosiendo y cubierto en cobijas, los recibió en su habitación en compañía de su esposa para la corta despedida.

"Estamos verdaderamente agradecidos con usted. Y aunque no valemos nada, nos ponemos a sus órdenes en EL UNIVERSAL…", comentó Regino, para verse interrumpido por una última declaración de Pancho Villa:

"No, muchachos. Nunca hay que decir, 'no valgo nada'. Todos tenemos algún valor. Todos los hombres, grandes o pequeños, necesitamos de los otros en la vida. No lo olviden, muchachos".

Cien años después, la opinión general de Francisco Villa, a quien se llamó desde guerrillero, bandolero, general, hasta revolucionario, no ha cambiado mucho. La encuesta de EL UNIVERSAL aquel 1922 sí vio aumentos en los votos villistas, pero ese impacto no fue duradero, y es que las cualidades menos humanas de Villa no son fáciles de olvidar.

Incluso cabe preguntarse si el duranguense habría accedido a dar la entrevista por conveniencia política, aconsejado por sus amigos; pero eso y más quedó sin responder, pues sólo un año después moriría acribillado, al parecer en el mismo Dodge que llevó a Emilia, Fernando y Regino.

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