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Mauricio Náder, maestro mexicano del piano

El pianista mexicano compartió a El Siglo de Torreón los acentos sonoros más significativos de su carrera

El maestro Mauricio Náder fue el encargado de cerrar ayer jueves el XV Festival Internacional de Piano del Teatro Isauro Martínez (TIM), con un programa formado por obras de compositores mexicanos, extranjeros y de su propia autoría.

El maestro Mauricio Náder fue el encargado de cerrar ayer jueves el XV Festival Internacional de Piano del Teatro Isauro Martínez (TIM), con un programa formado por obras de compositores mexicanos, extranjeros y de su propia autoría.

SAÚL RODRÍGUEZ

Viajó por carretera desde Monterrey, donde se presentó una noche antes, y cruzó el desierto coahuilense. El maestro Mauricio Náder fue el encargado de cerrar ayer jueves el XV Festival Internacional de Piano del Teatro Isauro Martínez (TIM), con un programa formado por obras de compositores mexicanos, extranjeros y de su propia autoría.

El pianista mexicano compartió a El Siglo de Torreón los acentos sonoros más significativos de su carrera. Horas antes del concierto, en el vestíbulo de un hotel del centro de la ciudad, recordó ese momento cuando, con tan solo nueve años de edad, realizó su primer recital y se convenció de que dedicaría su vida al piano.

“Mi papá bastante bien, de oído, música popular. Y desde muy chico recuerdo que me gustaba estar con él, me enseñaba cancioncillas y muy fácil las replicaba. Yo le rogaba clases de piano. Entonces, después de intentos con algunos maestros, finalmente, cuando tenía ocho años, encontramos a quién fue mi maestro: Carlos Bueno. Él formaba parte de una asociación que organizaban conciertos en la Sala Wagner de la Ciudad de México. Me preparé y al año siguiente di un recital yo solo. Me eché mi recital de 45 minutos y saliendo de ahí dije: esto es lo que quiero hacer para toda la vida”.

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La actual relación que sostiene con su instrumento es estable, colmada de cordialidad y respeto. Pero reconoce que al principio, en sus años de aprendizaje, fue de claroscuros. Implementar correctamente la técnica y saber qué hacer con la música, son lecciones que se aprenden con el paso de los años. Además del talento, la constancia y la disciplina son clave para esta carrera.

“Pero poco a poco (el piano) se va haciendo una extensión de tu mente y de tu oído”.

La música debe escucharse por dentro, en primera instancia, de manera mental, para que después logre salir. El maestro Náder hace la analogía con un pintor que no sabe qué pintar, pues este difícilmente se convertirá en un gran artista.

“Si tú ya pensaste en pintar una manzana y tienes muy claro cuáles son las sombras y los brillos, y tienes la técnica, es mucho más probable que tu obra se haga realidad. Eso pasa con la música también”.

Su vasta experiencia sobre escenarios le ha enseñado que la música es demasiado celosa. Un concierto representa horas de ensayo y esfuerzo, la aplicación de los conocimientos musicales aprendidos desde temprana edad. Un paso hacia adelante implica nuevos estudios, nuevos retos, pues cada obra solicita aspectos distintos.

“El caso de los pianistas es particular, porque un violinista tiene su violín y lo conoce. Yo voy a llegar a la sala una hora antes del concierto y no tengo idea de cómo es el piano, si está duro, suave, cómo proyecta sonido, la acústica de la sala, si el banco está cómodo, si se sube, no sé nada. Y en una hora o menos, tengo que saber si en este piano me conviene tocar con la mano derecha menos articulada y la izquierda más suave en general, o si cuando toco tal obra me va a convenir”.

Entonces, Mauricio Náder debe hacer con rapidez un mapa, como si fuese un piloto de aviación: “Sabes que viene la turbulencia, pero no sabes cómo va a reaccionar el avión y tienes que mover los botones correctos. Todas las veces es eso”.

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